martes, 30 de agosto de 2011

PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN ADOLESCENTES. Ana Meras Lliebre Psicóloga

Un estudio descriptivo realizado en institutos madrileños con adolescentes y jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y 19 años, nos permite recoger información sobre las creencias y roles sociales presentes en la juventud, en relación con diversos mitos que dan origen, perpetúan y justifican la violencia de género.
Perpetúan la cultura y convierten a los jóvenes en protagonistas presentes y futuro de un drama social que no terminará si la sociedad no se define seriamente en un afrontamiento radical del problema. Y ha de ser radical, porque tiene profundas raíces psicosociales y culturales, de larga trayectoria histórica y universal.
Palabras clave: Violencia de género, adolescencia, juventud, estereotipos sexistas, roles sexuales, roles sociales, violencia doméstica.


1. INTRODUCCIÓN
El amor es un hecho en las relaciones humanas saludables. No es preciso pensar para deducirlo, ni darlo por supuesto o considerarlo un pre-requisito de la relación, a pesar de que la evidencia muestre lo contrario. Tampoco es correcto justificar o responsabilizar de su ausencia a las sustancias tóxicas, el estrés, el paro, o las hormonas. El amor se siente, se percibe, se comunica, se vive.
Un 80% de las chicas y un 75% de los chicos no relacionan la falta de amor con el maltrato. Piensan que se puede agredir, hacer sufrir y causar daño, a alguien que queremos. Esta creencia, dará base a todos los mitos y actitudes que enmascaran la violencia de género y perpetúan la existencia del vínculo violento.
Fundamenta el discurso ideológico que la acompaña, y que destruye, confunde y enloquece a quien la padece: las mujeres, adolescentes y niñas. Es preciso que los adolescentes y las adolescentes, tomen conciencia de la incongruencia de este supuesto, y de las consecuencias devastadoras que tiene sobre la salud mental y la calidad de nuestras relaciones.

Amar no es golpear, es cuidar y compartir.

Además de esto, no identifican las conductas de abuso psicológico. El control del tiempo, del dinero, de la ropa, de las amistades, proyectos, actividades... la coacción, el chantaje y las amenazas, e incluso insultar y zarandear a la pareja no son considerados por ellos actos de violencia o agresión. De modo que cuando piensan en maltrato, piensan en agresiones físicas graves.
En un estudio reciente en la línea de trabajo de la prevención de la violencia de género, trabajé con 450 adolescentes de varios institutos de la zona centro de Madrid. Considerando que la violencia de género tiene su base en pautas culturales de gran arraigo y trayectoria, las medidas preventivas que desde todos los foros internacionales se recomienda, son aquellas dirigidas al afrontamiento del problema desde su misma raíz:
modificación de las estructuras cognitivas que lo sustentan. Así, nuestros objetivos en el estudio al que vamos a referirnos y antes citamos, fueron averiguar qué actitudes, valores y creencias, relacionadas con la violencia de género, estaban presentes en la adolescencia. Esto tuvo una doble finalidad:
– Llamar la atención de los profesionales e instituciones sobre la violencia de género presente ya, en las relaciones entre adolescentes y jóvenes, como una necesidad urgente que abordar, dada la vulnerabilidad de este momento evolutivo.
– Diseñar una intervención educativa en la línea de prevención y sensibilización de este grupo social, nuestros chicos y chicas, que facilitara la creación de relaciones humanas saludables y no violentas.
Recogimos la información a partir de cuestionarios con preguntas cerradas de respuesta múltiple y preguntas abiertas que posteriormente fueron codificadas para su análisis. Otra importante fuente de información fue el trabajo práctico con los alumnos/as, y su expresión espontánea en actividades de debate y rol-playing. Pretendo en este artículo compartir algunas reflexiones sobre los resultados obtenidos, que me parecen importantes en la salud mental y bienestar de la juventud.

No nos planteamos, ni siquiera se nos ocurre pensar, que las muchachas adolescentes son maltratadas por sus compañeros y parejas, porque el maltrato se asocia a las parejas casadas y con hijos, y a personas mayores, y tal vez porque ellos son nuestros chicos y esto de la violencia de género es una especie de monstruosidad propia de gente loca, enferma, drogada, poco educada, etc.
Por otro lado, damos poca importancia a las relaciones amorosas en la adolescencia. Pensamos que a esa edad los sentimientos no son serios, ni profundos, ni tienen ninguna trascendencia las relaciones de este momento. Tal vez porque nos identificamos o por falta de memoria. Pensamos que exageran, que no es para tanto, que son cosas de la edad. Estamos tan ocupados en cosas serias e importantes a veces...
Sin embargo, la violencia de género en la adolescencia, es tan severa o más que la que se presenta en la vida adulta y con frecuencia, el comienzo de la relación que será dramática años más tarde.

Es un momento de “despertares y nuevas experiencias”. Los sentimientos son extremos e intensos, se quiere apasionadamente, se confía ilimitadamente en las buenas intenciones de los demás, siempre que los demás no sean sus padres y otros/as adultos/as, frente a los que se están afirmando. El pensamiento abstracto y la capacidad de anticipar consecuencias, apenas empieza a desplegarse. La red social, los amigos y amigas sustituyen a la familia como grupo de apoyo y contención. El grupo es la matriz de acogida donde se pueden compartir las dificultades y experiencias del desarrollo de los recién estrenados roles sexuales. La familia no es consciente aún del proceso de cambio, de la necesidad de ensayar y reconocerse en un nuevo cuerpo, con una nueva identidad, con la necesidad de manejar y canalizar nuevas sensaciones y deseos, y de integrar una nueva percepción y conciencia del mundo que aportan los nuevos procesos de pensamiento. Los adultos pertenecen a un mundo viejo con otros valores. Sus consejos e instrucciones dejan de ser válidos. El grupo de iguales es protagonista, tiene más crédito.
Los chicos y chicas del trabajo al que me he referido anteriormente, cuando hablan de lo mejor de su grupo de iguales, hablan de apoyo o de poder contar los problemas y que te ayuden, de un hombro donde llorar, “siempre están ahí, me comprenden, me aconsejan...” Hablan de confianza, de respeto, de poder desahogarse, “se puede hablar de todo, incluso de lo que no se puede decir en casa, mi otra familia...” Ambos sexos consideran de forma general que eso es lo mejor del grupo, en todos los Centros y niveles académicos. Las chicas dicen que el grupo les aporta apoyo y amistad y creen que ellas aportan al grupo, lo mismo. Las respuestas de los varones son más diversas en general, pero la mayoría considera que la aportación más importante del grupo es la seguridad. Sienten que básicamente aportan amistad.

El amor y la amistad, el apoyo y la escucha, la comprensión y la confianza en los demás, la necesidad de compañía y la búsqueda de la propia identidad, las primeras experiencias de amor y las primeras experiencias sexuales ligadas a los valores en los que creen, hacen que la violencia de género en la adolescencia tenga unas características tan especiales.
El grupo de iguales es quien presta la ayuda. Sin ninguna experiencia vital y con las mismas necesidades y falsas creencias del agresor y la víctima, difícilmente pueden contener y menos orientar y comprender lo que sucede. Hablarán desde todos los estereotipos presentes en la cultura y serán ellos y ellas sus fieles defensores, porque así lo creen y no porque lo hayan pensado.

2. PALABRAS Y ACCIONES.
LA SOCIEDAD CONSIENTE

Según el último informe de Amnistía Internacional, de noviembre de 2002, “La Organización Mundial de la Salud ha alertado de que la violencia de género es la primera causa de pérdida de años de vida entre las mujeres de 15 a 44 años, por encima de las guerras, los accidentes de tráfico o los distintos tipos de cáncer”.
...”Trasciende culturas, niveles de renta y áreas geográficas y se produce en todos los países del mundo. En los últimos tres años el número de denuncias por malos tratos contra mujeres en España ha superado las 20.000 por año con incremento sostenido.”...”Anualmente, más de medio centenar de mujeres pierden la vida a manos de sus parejas y ex parejas.”

Nuestra sociedad acepta intelectualmente los valores de igualdad, libertad y autonomía. Sin embargo no se expresan aún en políticas y acciones congruentes con ellos. Tendemos a pensar, sobre la violencia de género en el entorno familiar que:
• Las mujeres víctimas tienen la responsabilidad de parar al maltratador, conocen los recursos sociales, tienen el apoyo de la comunidad, la familia y su red social.
• Los hombres que maltratan están enfermos, locos, narcotizados o borrachos, por tanto pueden recibir tratamiento psicológico y “curarse” Que han tenido una larga historia de sufrimiento que explica su hostilidad actual. Les resulta difícil controlar la ira y que ésta es resultado y defensa ante las agresiones verbales y conducta femenina.
Y al pensar, sobre la violencia de género en el entorno familiar, tendemos a olvidar que:
• Las mujeres que han sufrido esta violencia, han sido aisladas de la red social; que las agresiones se intensifican ante cualquier signo de rebeldía o autonomía; que existe un silencio cómplice en la comunidad por considerar el problema es de índole privada y que no es un delito porque son una pareja,... Estas mujeres se sienten inseguras, tienen miedo, han centrado toda su vida alrededor de esa persona y se sienten responsables de lo que pasa. Se desvalorizan y se consideran inútiles e incapaces de afrontar la vida por sí mismas.
• Los autores de esta violencia, sólo maltratan a sus mujeres; que no hay empatía ni sentimientos de malestar y responsabilidad ante dicho malestar; que no hay inconsistencia interna porque los actos están justificados desde el propio rol de género y desde el silencio cómplice de la sociedad.
Tendemos a no querer mirar hacia la evidencia de que no hay ni un sólo rastro del amor en las relaciones violentas, por más doloroso que le resulte a la mujer aceptar este hecho. Todos los adultos mediadores del aprendizaje social en el entorno de los niños/as y jóvenes transmitimos nuestra cultura. Luego el primer paso en la prevención y protección de la infancia y la juventud, será revisar nosotros y nosotras, padres, profesores, profesionales, artistas, intelectuales... nuestros planteamientos y creencias al respecto.
Somos responsables, no hay excusas.

3. APRENDEN LO QUE VIVEN.
ADECUACIÓN A LA CULTURA

El ser humano es un ser altricial, es el único ser de este planeta que alcanza su desarrollo y madurez a partir de sucesivas matrices de relación social, donde se configuran los roles que estructuran su “Yo”, su identidad.
A partir del nacimiento, todo es nuevo en el bebé. El mundo le es desconocido, cada respuesta le es desacostumbrada y cada una de sus actuaciones necesariamente espontánea y cargada de originalidad. Le falta la adecuación, en la que le ayudan los "Yos" auxiliares, los adultos/as a su alrededor, que con su instinto de pervivencia social imponen sus esquemas sociales.
El bebé se guiará por estas normas y roles ya existentes y no por los que él o ella hubiera creado. Aprenderá lecciones, canciones, poemas, comportamientos, contenidos no relacionados con sus necesidades. Vivirá cada vez menos desde adentro, menos consciente del yo en cuanto centro activo, mientras la publicidad, las películas, las canciones y mecanismos sociales de todo tipo y todas las culturas heredadas imponen sus pautas y exigencias sobre él y ella.

Tras el desarrollo de la inteligencia y sobre todo la memoria llegara a construir sus propias "conservas culturales" y la absoluta sumisión a los estereotipos sociales. A partir de aquí, será el átomo social y las redes sociométricas las que se encargarán de reforzar, educar y regular el comportamiento, para alcanzar el objetivo de mantener la estabilidad de las estructuras sociales. Es decir, no sólo el grupo de iguales, los amigos/as, sino los grupos de estos amigos/as y las personas que se relacionan con ellos/as. Si la cultura se define por los roles que en ella existen, debemos concluir que esta integración en la cultura se hace a través de la asunción de roles.
Existe un conocimiento tácito de lo que es un padre, un marido, una esposa, una maestra,... esta cualidad del rol de ser comunicable entre personas, afecta a la comprensión interindividual e intercultural. No se explicita, pero todos/as sabemos qué hacer en la escena, lo que se espera del rol. Lo llamamos expectación de conducta o de roles y es la base del aprendizaje infantil y de las relaciones humanas.
Un chico que quiera cumplir con las expectativas de su rol tradicional masculino, querrá aparentar actividad sexual, ser quien tome las decisiones en la relación de pareja, dominar y controlar las actividades y comportamientos de ella, sus amistades, forma de vestir, horarios y probar constantemente ante su grupo su identidad sexual y de género, incluso a través de actos agresivos, por temor a que se le designe en el grupo como homosexual o poco “varón”. Esperará que ella renuncie a sus intereses y a otras relaciones y dé la máxima prioridad a la
relación con él.

Por otro lado, la chica puede ceder a la presión del grupo e intentar cumplir con las prescripciones del rol de género femenino tradicional y desde ahí, creer que puede cambiar o educar al chico, sentirse responsable de los problemas y del funcionamiento de la relación y pensar que jamás encontrará otro chico que la quiera. Pensará que esos comportamientos de celos indican lo pendiente que está de ella y lo que la quiere, que tal vez tenga razón en lo que dice, empieza a no entender y a buscar sentido a las acusaciones y reproches y a disculpar el maltrato tras la promesa de amor y la afirmación de que la quiere tanto que no puede evitar lo que hace. Todo ello la pondrá en riesgo de implicarse en relaciones potencial o abiertamente violentas. Hay una parte permisiva y otra prescrita en el rol, determinada por sus componentes colectivas y que permitirá entonces un grado de flexibilidad en cuanto a lo modificable, lo que se puede tolerar que varíe sin crear conflicto.

Por otro lado, los elementos individuales del rol también determinan diferente grado de libertad para su desarrollo. La asunción del rol es la expresión del menor grado de esta libertad, seguido de la representación del rol y, finalmente, la máxima libertad está en la creación de roles. Esto último, corresponde al máximo grado de uso de la energía creadora y de la libertad, la creación de roles desde sus aspectos cognitivos, las creencias y desde su aspecto activo, las acciones concretas.
Un sector de la sociedad que dice asumir los cambios en el rol femenino, lo que ha realizado en realidad es una adaptación formal del rol, que no es la respuesta de máxima espontaneidad y adecuación al cambio, puesto que no modifica la esencia de la respuesta. Es decir, se acepta que la mujer trabaje fuera del hogar e incluso que tenga otras actividades, siempre y cuando el resto de sus "responsabilidades" estén atendidas. La modificación se realiza desde la parte permisiva del rol, no desde la prescrita: el espacio doméstico en el que se centra la vida afectiva es responsabilidad de la mujer, el espacio público relacionado con la inteligencia, la eficacia y el ejercicio del poder, dominio del hombre.
Los jóvenes con los que trabajé no sabían qué eran los roles sexuales cuando se les preguntaba, pero espontáneamente estructuraban un sociodrama que expresaba de modo extremo las actitudes y creencias de dichos roles, tan sólo con la presencia y planteamiento de las relaciones de género como tema de trabajo.

4. LA NORMALIZACIÓN
DE LA VIOLENCIA

En los cuestionarios, sobre papel y pensando, los chicos y chicas identifican la violencia de género y la violencia familiar. Cuando la ven descrita en palabras la reconocen. Cuando hablan de ello y expresan la fantasía que tienen en mente describen una escena con características muy definidas:
“Una mujer de unos 38 años y un hombre de unos 40, en la cocina o en el salón, hay golpes, sangre, dientes rotos, ella está en el suelo y él la golpea. Él está en paro, es bajito y gordito. Los niños ven la escena y ella es tonta porque estas cosas se ven venir, puede salir de eso si quiere porque hay sitios donde la pueden ayudar”.
La mayoría de los varones de 3º de la ESO que participaron en el estudio piensa que es un problema que no se da entre los jóvenes y que se da en mujeres casadas y mayores, a diferencia de las chicas, que sólo creen esto la mitad (que ya es bastante). Esta creencia se mantiene y se extiende a un mayor número, en el grupo de 4º de ESO, 1º y 2º de Bachiller. Ambos sexos comparten la creencia de que los varones tienen dificultad para controlar su agresividad, y que esto es una cuestión hormonal.
Es interesante que muchos chicos piensan que los celos indican mucho afecto, creencia no compartida por sus compañeras. Esta es otra idea que se mantiene y extiende en el grupo de 4º de ESO, 1º de Bachiller, y más, en 2º de Bachiller.
Todo el estudio está lleno de frases y experiencias narradas por personas jóvenes sobre violencia entre jóvenes. Esta respuesta, entonces, de que la violencia de género sólo se da en personas mayores, debe preocuparnos si pensamos en que lo que está sucediendo en ellos y ellas, no tiene relación con que no vean e incluso soporten malos tratos, sino con que les parece normal. Lo han aceptado dentro las posibles respuestas a dar y a recibir en la relación con los demás y por supuesto, no imaginan que la bofetada o los insultos presentes ahora, correspondan al mismo fenómeno, que sufre la señora que es noticia en el telediario por haber muerto de una paliza. Como vemos, identifican la violencia sobre el papel y pensando, pero no tienen conciencia de lo que significa.

5. LOS MISMOS PATRONES,
LAS MISMAS CREENCIAS

Sobre las causas, en las situaciones de agresión física y verbal, de que los hombres maltraten y las mujeres soporten la relación
• Los varones piensan mayoritariamente en el paro, las drogas, el alcohol y/o la enfermedad mental como causa del maltrato.
• Las chicas consideran más que los chicos, que el maltratador pierde el control y se pone nervioso.
• Un 20% de ellas y un 25% de ellos lo relaciona con falta de afecto.
• Los chicos y las chicas coinciden en que las mujeres aguantan los malos tratos por miedo, y por los hijos. Además, ellas piensan en que no saben dónde acudir, en que están enamoradas, y tienen baja autoestima. Ellos encuentran muy de lejos una tercera causa y es que están enamoradas.
La mayoría en ambos sexos parece entender que la violencia no es un asunto privado. Al menos en teoría entienden que la mujer o los hijos no son una propiedad sobre la que yo pueda actuar a mi antojo, sino seres libres a los que asisten todos los derechos humanos y por tanto es responsabilidad social velar por que se cumplan. ¿Qué piensan entonces que se debe hacer y qué posibilidades encuentran de que el vínculo sobreviva? Mayoritariamente unos y otras, consideran que el maltratador debería ser encarcelado, y un alto porcentaje de las chicas considera que debiera recibir tratamiento.
En general los alumnos tienden a tener más expectativas de arreglo de la situación de violencia en la pareja que las alumnas, en algunos grupos hasta un 70% de los varones. Piensan que fundamentalmente hablando, entre ellos, con la familia, con mediadores, podría solucionarse. Unos pocos piensan en los tratamientos médicos o psicológicos. Están convencidos de que es una cuestión de razonar, negociar, prometer...

Volvemos a la idea de la normalización de la violencia. Piensan que se resuelve hablando porque creen que debe existir una lógica y una historia de amor que se puede recomponer desde la razón: Todo debe partir de un error en la comunicación, un malentendido, falta de paciencia.
Se presupone la buena voluntad. Observan que todas las parejas discuten y tienen desacuerdos y desencuentros y suponen que la violencia es parte inevitable de las relaciones de pareja. No perciben la trastienda psicológica de lo que ocurre, el alcance de la destrucción que causa en las personas, en especial en las chicas y la estructura de poder y no de amor en que descansa el vínculo afectivo. Cuando esto no se puede percibir, no se puede romper el círculo vicioso de la violencia y se cae en una situación de indefensión ya descrita y estudiada por los profesionales que atienden las situaciones de violencia de género. Este es uno de los mecanismos de autoperpetuación de estas relaciones.
Por otro lado, la postura de encarcelar al maltratador se adopta desde la distancia y el intelecto nuevamente: ¿Cómo puedo meter en la cárcel a una persona que me quiere, y cuyo único problema es que ha perdido el control (por razón de sus hormonas...) por culpa de las cosas que le digo y que puede resolverlo y cambiar con un tratamiento?

6. EXPERIENCIA Y VIVENCIA DE
LA VIOLENCIA DE GÉNERO

La vivencia de ambos géneros ante una experiencia de agresión, es diferente. Las jóvenes describen más experiencias de haber sido maltratadas (casi el triple ) que los chicos. No podemos concluir que ellas hayan sido más violentadas que ellos, pero sí que ellas se sienten así y lo expresan. Ellas describen violencia física y psíquica, en el entorno social y familiar, siendo la tristeza y el miedo, las emociones presentes mayoritariamente, y la impotencia, la evaluación realizada.

Cuando los chicos describen estas experiencias, hablan de violencia física más que verbal y psicológica, y describen sentimientos de rabia con mayor frecuencia que de tristeza. Rara vez dicen no podía hacer nada, me sentí impotente. Cuando describen situaciones en las que han visto violencia contra otros/as, al margen de que cuentan todos muchas más , ellas ven más o cuentan más o lo que es más importante, tal vez les parece menos normal. Estas serían preguntas a esclarecer en futuras investigaciones. Los sentimientos presentes en ellas siguen siendo el miedo y la tristeza aunque a veces describen rabia. Rechazan la situación y realizan una evaluación de impotencia; rara vez justifican o se muestran indiferentes, actitudes que sí aparecen en los chicos , aunque minoritariamente.

Entiendo la impotencia, como proceso cognitivo de evaluación y no como un sentimiento. En dichonproceso de evaluación, la persona revisa los elementos presentes en la realidad exterior percibida, evalúa sus propios recursos y las estrategias de afrontamiento disponibles dirigidas a solucionar el problema. Llega a la conclusión de que no puede hacer nada frente a esto que ocurre.
Los sentimientos derivados de esta evaluación son diferentes, en función de las creencias que actúan como filtro en la percepción, de los valores implicados en lo que sucede y de las estrategias de afrontamiento disponibles o que la persona cree disponibles.
La rabia es un sentimiento que responde a una evaluación en la que se siente la agresión y se perciben posibilidades de respuesta, reales o subjetivas. Se genera una respuesta de lucha y acción.
La tristeza está relacionada con las pérdidas bien físicas o bien psicológicas, como son la autoestima, el respeto por uno mismo o de los otros, la esperanza, la confianza, el control del medio, y nuestro significado en el mundo como personas... la respuesta es la indefensión.
El miedo tiene relación con la amenaza de pérdida o daño, y con la percepción de no disponer de recursos para evitarlo o estar al límite. Se toma la decisión de huir o ninguna y el resultado es el bloqueo, quedarse paralizado.

La evaluación de impotencia que realizan las chicas puede estar relacionada con sus recursos físicos pero sobre todo, con la imagen y confianza que tienen en sí mismas y con las características de su rol. Los chicos describen sentimientos de rabia y rechazo y tienen menos la sensación de que no pueden hacer nada a la hora de intervenir, es decir, falta de recursos personales, sociales, comunitarios... en el afrontamiento del problema: intervienen, piden ayuda o pasan del tema pero pocas veces dicen “me sentí muy triste, no podía hacer nada”, “sentí miedo, me fui de allí corriendo porque estaba solo y no podía hacer nada”.

7. LO QUE ESPERAN
DE UNA PAREJA

Los jóvenes varones de nuestro estudio esperan de una pareja que les quiera, que esté de acuerdo con sus ideas, que tenga sus costumbres, que les comprenda, que se pueda confiar en ella y que responda como ellos esperan que lo haga una chica “normal” o una pareja. No parece que exista una demanda concreta y mayoritaria del grupo.
Podemos, sin embargo, hablar de las respuestas de las chicas eligiendo los resultados de cualquier grupo, puesto que mayoritariamente e independientemente del centro, edad, y nivel académico, están de acuerdo en elegir apoyo en sus ideas y proyectos, ser escuchada aunque no esté de acuerdo, ser tenida en cuenta y respetada, ser comprendida aunque tenga otro punto de vista, que tenga confianza en ella y... que les quiera, y en menor medida, la ternura y la tolerancia.

Entre un 15% y un 25% de las muchachas esperan que la pareja les dé felicidad, seguridad, protección y las haga sentirse bien. Esta actitud estructura una relación no igualitaria por definición. Se puede esperar de la pareja cuidado y apoyo, la protección se brinda desde una posición superior y más fuerte hacia seres desvalidos. Sentamos así las bases de relaciones de poder, en las que ellas ceden su capacidad de gestionar sus vidas, su propia felicidad.
Llama la atención la poca frecuencia con la que hablan ambos sexos de la reciprocidad en la relación, “que nos queramos”, “que yo también le quiera”, “que le comprenda”. Son actitudes de autoafirmación que expresan la importancia que dan a sus propios sentimientos y del compromiso que están dispuestos a sumir en cuanto al dar y recibir.

8. FRENTE A LOS MITOS,
ALGUNAS REALIDADES

Las razones para disculpar y perpetuar la violencia están presentes, y presentes como corresponde a sus roles sociales. Nuestros hijos e hijas deben saber y aprender:
1. Que las parejas pueden tener diferencias y dificultades y que es normal e incluso saludable que discutan para gestionar sus conflictos, pero que en ningún caso es normal la agresión, nifísica, ni sexual, ni psicológica.
2. Que el respeto y la valoración mutua es un prerequisito para el amor, siendo lo primero exigible en toda relación humana, y lo segundo deseable.
3. Que la agresión es una elección que realiza quien la ejerce, siempre y en todo caso, porque siente que puede y tiene derecho a hacerlo.
4. Que la agresión no produce una reducción en el nivel de tensión existente, sino que al contrario la incrementa, y es igualmente controlable por el hombre y la mujer.
5. Que tras un acto de agresión el agresor debe denigrar a la víctima para mantener su consistencia interna y, por tanto, la relación empeorará y las agresiones serán más repetidas, crueles y duraderas.
6. Que la víctima se sentirá culpable y aceptará la definición que de sí misma hace el agresor, para poder disculparlo. A esto le “ayudará” igualmente, pensar que ella provocó ese nerviosismo que él no puede contener, y que no es extraño que las parejas discutan, se insulten y peguen alguna vez.
7. Que los hombres que agreden no son enfermos y, por tanto, no se curan.
8. Que no tiene ningún mérito, soportar la violencia física y verbal de una pareja que no sabe amar y no se hace responsable de sus problemas.
9. Que el correcto manejo de la agresividad, refuerza la autoestima propia y del otro, nosafirma como personas y produce serenidad y bienestar.
10. Que el amor, es un hecho, no un supuesto.

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