viernes, 20 de diciembre de 2013

CONDUCTAS ANTISOCIALES EN LA ADOLESCENCIA. Mª BELÉN ANDÚJAR MARTÍNEZ. 2011 (extracto).

La Adolescencia:
La adolescencia es una etapa en la que el individuo se encuentra  en continuo cambio. En muchos manuales se la trata, como el inicio de la vida adulta o como el final de la infancia y no como una fase diferente  con aspectos y referencias específicas y claramente distintas de la infancia y la vida adulta (Salinas, 2003).
La adolescencia se inicia, aproximadamente a los 12 años en las  mujeres y a los 13 en los varones, es entonces cuando aparece el periodo de la pubertad. En esta etapa se distinguen dos momentos diferenciados: la Preadolescencia o periodo de la pubertad y la Adolescencia. Comentaré aquí el desarrollo que se produce en los distintos planos de las dos etapas, respectivamente.

            La Preadolescencia.

Es en la Preadolescencia donde se produce una intensa actividad hormonal y, por tanto, los cambios físicos que ya conocemos, en mujeres y varones: menstruación, vello púbico, primera eyaculación, aumento de estatura, senos, caderas, fuerza física, desarrollo muscular…
Con respecto al desarrollo cognitivo, en este período puede imaginar lo que podría ser, y ya no confunde lo real con lo imaginario, aunque a veces, es fantasioso.
Se desarrolla su espíritu crítico y usa con mayor facilidad los procedimientos lógicos: análisis, síntesis…Al mismo tiempo, discute para probar su capacidad y seguridad del adulto.

Desarrollo tendencial: Tiene necesidad de independencia de sus padres, por tanto quiere libertad y para ello emplea la desobediencia.
A lo que al desarrollo afectivo se refiere, en la etapa Preadolescente, fluctúan gran intensidad de emociones y sentimientos y con ello una desproporción entre el sentimiento y su expresión.
El sujeto controla poco las manifestaciones externas que se traducen en tics nerviosos, muecas, gestos bruscos, gritos extemporáneos.
Se pasa de la agresividad a la timidez fácilmente.

Desarrollo social: además de la emancipación e independencia con respecto a los padres, ya anteriormente comentada, busca también la protección de estos.

El individuo tiene la necesidad de afiliación y de sentirse aceptado y reconocido por lo de su entorno, de valorarse y de afirmarse.
Su interés se centra en el deporte, la diversión, etc.
En esta edad, tiende a la separación entre chicos y chicas y tienen gran curiosidad por todo lo relacionado con la sexualidad.

B. La Adolescencia propiamente dicha.

Esta difícil etapa de la vida es en la que generalmente comienza el consumo de alcohol y tabaco. Y, lo que es peor, el peligroso momento de ingreso en el mundo de la droga, tan extendido en nuestros días.

Desarrollo cognoscitivo: La adolescencia es el ciclo donde madura el pensamiento lógico formal. Su pensamiento es más objetivo y racional. Es capaz de raciocinar de un modo hipotético deductivo.
El adolescente sueña con los ojos abiertos, se refugia en un mundo fantasmagórico donde se mueve a sus anchas, ya que mundo real no satisface sus expectativas.
Es también la edad de los ideales. El adolescente descubre valores y trata de capturarlos para sí y para los demás. Aunque este hecho no afecta a todos los adolescentes. Depende de la formación recibida.

Para el desarrollo motivacional vamos a seguir los pasos de Schneiders sobre los motivos que interesan en esta edad a los adolescentes:
- Necesidad de seguridad: Se funda en un sentimiento de certeza del mundo interno (estima de sí, de sus habilidades, de su valor intrínseco, de su equilibrio emocional, de su integridad física) y externo (economía, su status en la familia y en el grupo). El adolescente puede sufrir inseguridad por los cambios fisiológicos, la incoherencia emotiva o por la falta de confianza en los propios juicios y decisiones.
- Necesidad de independencia: independencia emocional, intelectual, volitiva y libertad de acción. Se trata de una afirmación de sí.
- Necesidad de integración.
- Necesidad de afecto: sentir y demostrar ternura, admiración, aprobación.
- Necesidad de experiencia: esta necesidad se manifiesta en las necesidades vicarias (TV, cine, lecturas, conversaciones, redes sociales, deportes, juegos). Por esto mismo se meten en actividades poco recomendables: alcohol, drogas, etc.
Desarrollo emotivo: la adolescencia es el periodo de mayor inestabilidad social, por tanto está lleno de riqueza y originalidad.

El adolescente es variado en su humor. Sus acontecimientos le obligan a rechazar hacia el interior las emociones que le dominan. De ahí la viveza de su sensibilidad: al menor reproche se le verá frecuentemente rebelde, colérico. Por el contrario, una manifestación de simpatía, un cumplido o una palmadita en la espalda, le pondrán radiante, entusiasmado, gozoso.
Desarrollo social: los desarrollos anteriormente comentados agilizan el proceso de socialización.
En este proceso se desarrolla en el adolescentes oscilaciones tales como:
- Vaivenes entre confianza y desconfianza en sí mismos.
- Vaivenes entre excitación y depresión: trabajo y ocio, buen humor y llanto.
- Vaivenes entre sociabilidad e insociabilidad: tratables e intratables, delicados e hirientes.
- Vaivenes entre vida heroica y sensualidad.
En esta época aparecen rivalidades y luchas para obtener el poder y ejercerlo sobre los demás. Prueba sus fuerzas físicas y así se convierte en agresivo, lo que se manifiestan con ciertos actos exteriores (se golpean unos a otros), palabras agresivas (se insultan), manifestaciones reprimidas y ocultas, agresividad contra sí mismos, agresividad contra las cosas.

La situación del adolescente frente a la familia es ambivalente: por una parte está la emancipación progresiva de la familia, lo que implica un riesgo; y por otra, el adolescente percibe que su familia es fuente de seguridad y ayuda, con miedo a perderla.
La escuela favorece la reorganización de la personalidad sobre la base de la independencia (emancipación de los padres, la constitución de grupos, status autónomo fundado sobre su propia acción,…), aunque también puede presentar obstáculos.
La amistad entre adolescentes se caracteriza por la sinceridad, el altruismo, la delicadeza. Se presumen de tener los mismos gustos y  opiniones, se imitan, se tienen mutua confianza, se quieren con exclusividad, se sacrifican unos por otros.
Entre ellos predominan los grupos primarios, se reúnen con frecuencia, participan de las mismas diversiones, peligros y emociones.
El grupo proporciona al adolescente sentimiento de seguridad, protección y solidaridad; ayuda a emanciparse de los padres; reduce el conjunto de frustraciones; facilita las amistades; es una escuela de formación social.
Desarrollo sexual: En el momento en que los adolescentes tienen preocupaciones sobre su desarrollo sexual, los comentan y tratan solo en un clima de gran confianza y complicidad. La tensión sexual que tienen los adolescentes es el resultado de de tres tipos de estimulantes que operan de forma compleja: la acción del mundo exterior, la influencia de la vida psíquica y la acción del organismo.
No hay que olvidar que es en esta edad cuando el adolescente comienza a tener las primeras atracciones sexuales.

Desarrollo moral: la moral para los adolescentes es un comprometer todo su ser a la búsqueda de la imagen ideal de sí mismo, donde pone a prueba la fuerza de la voluntad, la solidez de las posibilidades y cualidades personales. Hay algunos valores morales que ellos prefieren por ser más brillantes, más nobles y porque existe un donde sí más absoluto: el sentido del honor, la valentía, la lealtad y la sinceridad.
Con todo ello, llegamos a la conclusión de que la adolescencia es un periodo crítico o sensible porque durante estos años el adolescente debe afrontar una serie de retos y tareas, y asumir unos compromisos, que le ayudarán a construir su identidad personal y a iniciar una determinada trayectoria evolutiva. Todas sus experiencias durante estos años van a tener unos efectos duraderos, aunque no necesariamente irreversibles, sobre su desarrollo futuro (Oliva, 2004)
Actualmente, existe una multiplicidad de términos para hacer referencia a la conducta antisocial, como las conductas agresivas e impulsivas y los trastornos o problemas de la conducta, entre otros.


La conducta antisocial hace referencia a una diversidad de actos que infringen las normas sociales y los derechos de los demás. Este término es bastante ambiguo, ya que no delimita o circunscribe a un conjunto de conductas determinadas. No existen unos criterios objetivos que delimiten qué es antisocial, ya que hay juicios subjetivos sobre aquello que es apropiado, lo que es social o prosocial. Además, el punto de referencia para la conducta antisocial siempre es el contexto sociocultural en que surge la conducta. Por esto mismo, que cierta conducta se observe como antisocial, puede depender de ciertos juicios valorativos sobre la severidad de los actos y de su alejamiento de las normas, en función del sexo, la edad del niño, la clase social, y otro tipo de consideraciones.
Además de los problemas existentes para identificar la conducta antisocial, también hay problemas en identificar dicha conducta en casos concretos a causa de las muchas circunstancias en cómo se contempla un acto determinado. Eso sí, en el tratamiento de los adolescentes, este tipo de conductas está, para algunos autores, tiene un significado claro.
Los actos de agresión, provocación de incendios, vandalismo, robo, holgazanería, por ejemplo, evidencian actos evidentes de quebrantar gravemente las normas. Estos comportamientos son cualitativa y cuantitativamente graves y severos en contraposición a las conductas que aparecen en la vida cotidiana.

Estas conductas antisociales tienen consecuencias inmediatas tanto para el adolescente que las realiza (expulsión del instituto, hospitalización, internamiento en centros de menores, por ejemplo) como para aquellos con quienes interactúan (la víctima). Además de estas consecuencias inmediatas, existen consecuencias a largo plazo.
Los problemas de los jóvenes antisociales les persiguen hasta la vida adulta. Estos jóvenes están en peligro de conducta criminal, drogadicción, alcoholismo, afectación psiquiátrica y problemas sociales y familiares, entre otros.
Así pues, advertimos la visión que de este concepto poseen algunos autores y estudiosos: Castell Rodríguez y Carballo González (1987) reafirman la ambigüedad y amplitud que posee el término conducta antisocial. Aún así, incluyen una graduación de las siguientes conductas:
- Inadaptación social: es aquella conducta desarrollada por las personas que se apartan de la norma, pudiendo o no crear conflicto. Una postura de pasividad exagerada sería un tipo de inadaptación social pero no sería tenida en cuenta como peligrosa.
- Conducta desviada: es aquella conducta que viola las normas institucionalizadas de una sociedad. Es objeto de reacción social pero no siempre de penalización.
- Conducta delictiva: es aquella conducta desviada que implica la transgresión de una ley, entendida como una normativa promulgada que tiende a ir acompañada de una coerción y de una amenaza de sanción para su cumplimiento. Es objeto de penalización y de reacción social negativa.

Para Pérez Sánchez (1987), los actos delictivos son conductas concretas que vulneran ciertas normas legales de las que la sociedad se ha dotado. De entre la multitud de reglas sociales de conducta, sólo la transgresión de alguna de ellas puede ser considerada delito. El concepto delito jurídicamente es muy restrictivo, es cambiante y depende de una sociedad determinada en un momento preciso. La conducta antisocial implica la violación de las normas sociales de conducta y es, por tanto, un concepto más general que el de delito.
López, López-Soler y Freixinos (2003), en uno de sus trabajos, exponen la evaluación de estos dos aspectos, por separado, (conducta antisocial y conducta delictiva) al utilizar el Cuestionario de Conducta Antisocial-Delictiva (A-D) de Seisdedos:
Conducta antisocial: se trata de comportamientos no expresamente delictivos, aunque sí algo desviados de la ley. Incorpora conductas como llamar a la puerta de alguna casa y salir corriendoensuciar las calles y aceras rompiendo botellas y volcando cubos de basura y coger fruta que no es tuya de un jardín o huerto.
Delictivo: Se trata de comportamientos que suelen caer fuera de la ley. Algunas de las conductas que halamos aquí son robar cosas de los coches, llevar algún arma, como un cuchillo o una navaja, por si es necesario en una pelea y conseguir dinero amenazando a personas más débiles. (p. 12)

Parellada (2004) expone lo siguiente: Delincuencia es un término legal, comportamiento antisocial se refiere a comportamiento que viola los principios sociales, normas o leyes de una sociedad, y trastorno del comportamiento es un término psiquiátrico, diagnóstico, que se refiere a un conjunto de síntomas que incluye lo anterior y que son considerados desde el punto de vista de la psicopatología. (p. 55)
En cambio, para los siguientes autores no existen dichas diferencias, según aportan a la hora de definir conductas antisociales: Garaigordobil (2005) define conducta antisocial con las siguientes palabras:
Cualquier conducta que refleje infringir reglas sociales y/o sea una acción contra los demás. En concreto, se exploran conductas antisociales asociadas al gamberrismo y a conductas de trasgresión de normas sociales en relación con la edad tales como romper objetos de otras personas o romper objetos de lugares públicos en la calle, el cine, autobuses..., golpear, pelearse o agredir a personas, fumar, beber, falsificar notas, no asistir al colegio o llegar tarde intencionalmente, copiar en un examen, robar, colarse cuando hay que esperar un turno, ensuciar las calles y las aceras rompiendo botellas o vertiendo las basuras, tirar piedras a la gente, tirar piedras a casas, coches o trenes... (p. 198) Brigas, Herrero, Cuesta y Rodríguez (2006):

La conducta antisocial viene a ser considerada como aquel comportamiento que no se ha ajustado a la normativa social o moral. Ello, pues, se entiende viene a referir un concepto muy extenso, que va desde los rasgos de personalidad psicopáticos hasta los criterios de trastorno de personalidad antisocial del DSM III. Es decir, se podría entender la conducta antisocial como aquel comportamiento que infringe las normas e intereses sociales, además de ser una acción perjudicial o dañosa contra los demás, tanto personas como animales o propiedades, siendo su factor principal la agresión. (p. 2)
Cualquier conducta que refleje el infringir reglas sociales y/o sea una acción contra los demás. Con este uso, las conductas antisociales se refieren a distintas acciones como pelearse, mentiras y otras conductas con independencia de su gravedad. (Kazdin y Buela-Casal, 1994, p. Rodríguez y Paíno (2009:229), en uno de sus estudios, se basan en las teorías de Barbero, García-Pablos y Larrauri para concretar el siguiente concepto: La desviación social tiende a posicionarse en torno a los comportamientos que se alejan de las normas y los valores que rigen la sociedad normativa a la que pertenece el individuo.
Como hemos visto hasta ahora, la conducta antisocial incluye una variedad de actos específicos tales como pelearse, robar, mentir, enojarse y desobedecer. Estas conductas, cuando son extremas y persistentes, son obviamente esenciales para el diagnóstico de la disfunción clínica. De todos modos, es importante observar también que muchas de esas conductas aparecen de alguna forma en el curso del desarrollo normal. La significación clínica y las características propias de los niños antisociales tienen que contemplarse frente al trasfondo de conductas similares en el desarrollo normal.


CAUSAS Y FACTORES DE RIESGO DE LA CONDUCTA ANTISOCIAL

Un factor de riesgo es una característica (personal, familiar, grupal, social...) cuya presencia aumenta la probabilidad de que se produzca un determinado fenómeno. En este caso, un factor de riesgo sería una característica que permite predecir el desarrollo de la conducta antisocial; una variable que sitúa al sujeto en una posición de vulnerabilidad hacia este tipo de comportamientos.
Ahora bien, se dice que el concepto de factor de riesgo es probabilístico, no determinista. Ningún factor de riesgo por sí solo permite predecir adecuadamente la conducta problema.
Se tiende a admitir que estos factores actúan en interrelación; las distintas variables interactúan, se modulan y se influyen entre sí. (Luengo, Romero, Gómez, Guerra y Lence, 2007)

Se estima que este trastorno es causado por una variedad de factores. Muchos son de índole genético, heredados de algún miembro de la familia que ya los padeció. Pero también el entorno de la persona, especialmente el de los familiares directos, tiene mucha importancia en su posterior desarrollo. Los investigadores también consideran que existen factores biológicos que pueden contribuir en su progreso. La manifestación de procesos químicos anormales en el sistema nervioso y posibles daños en las partes del cerebro que atañen a la toma de decisiones puede llegar a despertar un comportamiento impulsivo y agresivo. El abuso de estupefacientes también puede ser una de las causas de este trastorno.
Según Lykken, hay dos caminos para desarrollar un comportamiento antisocial. Cuando se está expuesto a una socialización deficiente a causa de una práctica familiar negligente, el individuo puede convertirse en un sociópata. En cambio, una persona que expresase desde su infancia un nivel elevado de una serie de rasgos temperamentales podría ser insensible a un esfuerzo socializador normal y crecer sin desarrollar una conciencia. En este caso la persona podría convertirse en un psicópata. Los rasgos temperamentales propuestos por este autor son la búsqueda de sensaciones, la impulsividad y la ausencia de miedo. Para Lykken, temperamento y socialización son dos factores relacionados. (Lykken, 2000)

En la actualidad, asimismo, se acepta la influencia de variables socio-ambientales, por ejemplo, la influencia del grupo de iguales, en la adquisición, desarrollo y mantenimiento de la conducta antisocial. Sin embargo, desde la década de los 80, diversos estudios han reactivado y recuperado el énfasis en el estudio de variables de personalidad que pueden interactuar con variables sociales y ambientales en la realización de conductas antisociales. Variables de personalidad tales como impulsividad, empatía, hostilidad, inteligencia o estabilidad emocional. (Garaigordobil, 2005)
Del mismo modo, muchos factores que sitúan al niño o adolescente en riesgo de conducta antisocial pueden estar influidos por causas hereditarias y/o ambientales. Así por ejemplo, la conducta antisocial de los padres puede conducir a una conducta antisocial de los hijos, a través del factor hereditario como de la imitación, también por unas prácticas de educación infantil defectuosas, o la combinación de ambos hechos.

Aunque se demuestre que tanto influencias genéticas como ambientales jueguen un papel importantísimo en la conducta antisocial, no se resuelve cómo estas influencias lleguen a conductas antisociales determinadas.
Llegamos a la conclusión de que la mayoría de las investigaciones nos ofrecen escasa información sobre las causas de los trastornos de conducta, aunque se puede comprobar que en la etiología del trastorno sí juegan un papel importante los factores genéticos y ambientales, como comentamos en párrafos anteriores.
Ahora bien, con respecto a los factores genéticos: parece demostrado que en los niños/adolescentes con este tipo de trastornos y conductas antisociales, existen factores heredados de tipo neurofisiológico, psicofisiológico y bioquímico, que predispondrían a los menores a manifestar conductas disruptivas y dificultades de aprendizaje. Se ha encontrado relación, en adolescentes adoptados, con el padre biológico antisocial o alcohólico, y la existencia en el hijo descendiente de conductas antisociales.

Factores ambientales: un papel importante en la raíz y desarrollo de los trastornos de conducta lo juegan estos factores. Una de las variables aceptadas por la comunidad científica respecto a los determinantes de la conducta antisocial, es el ambiente familiar y el tipo de patrones de aprendizaje que este emplea en la crianza de los hijos.
Por esto, que ocurran ciertos fenómenos en el entorno familiar puede tener una relación causal en la aparición de los trastornos de conducta. (Del Campo, 1997).
Si bien parece clara la influencia del ambiente familiar sobre el menor, de manera recíproca, el comportamiento del menor con trastorno de conducta va a alterar la vida familiar.
La doble contribución de las dos influencias, genética y ambiental, puede observarse en los estudios que muestran que la conducta antisocial tanto en padres biológicos como adoptivos aumenta el riesgo de conducta antisocial en los niños, aunque el impacto de los padres biológicos es mucho mayor. No obstante, el riesgo se aumenta cuando están presentes tanto las influencias genéticas como las ambientales.
Sin embargo, analizar las diferentes variables que determinan o mantienen el comportamiento agresivo y/o disocial es muy complejo.
Siguiendo a López y López-Soler, con otras pequeñas aportaciones, exponemos en esta tabla las distintas variables que han mostrado relación con la conducta antisocial.

VARIABLES INDIVIDUALES
FACTORES FAMILIARES
OTROS
- Rasgos de Personalidad.
- Búsqueda de sensaciones.
- Inteligencia.
- Perfiles diferentes por género y edad.
- Autoestima.
- Percepción social.
- Interacciones entre padres e hijos.
- Conflictos matrimoniales.
- Orden de nacimiento y número de miembros.
- Clase social.
- Factores relacionados con la escuela.
- Maternidad en la adolescencia y complicaciones perinatales.
- Influencia de los medios de comunicación.
- Relaciones con los iguales.

Figura 3: Variables que han mostrado relación con la conducta antisocial

Se debe tener en cuenta que las distintas variables actúan de forma interrelacionada, interdependientes entre sí, e incluso en ocasiones al mismo tiempo. Cuanto más factores de riesgo, más posibilidades existen de que se produzca una conducta problemática.
Las malas relaciones interpersonales, las dificultades cognitivas de los jóvenes que tienen problemas de conducta, el ambiente en el que se desenvuelve, tanto dentro de la familia como en la sociedad, o los factores personales son los principios claves para analizar el comportamiento antisocial y delictivo.

Así, la agresividad, por ejemplo es una conducta inherente a la naturaleza del hombre y a la hora de aprender a defenderse, es un mecanismo de defensa natural a la especie humana. La guerra y la violencia es uno de los métodos predilectos para dominar e imponerse un grupo humano sobre otro. La intolerancia y la incapacidad para el diálogo son las marcas del siglo XXI y parte de los mensajes que se venden y compran cada día por TV. (Proyecto Esperi, 2004)

En términos generales, podemos decir que los numerosos estudios centrados en el comportamiento antisocial de jóvenes y adolescentes nos han proporcionado una enorme cantidad de datos acerca de los factores de riesgo implicados: complicaciones en el parto, influencias hormonales, hiperactividad, impulsividad y falta de control, escasa empatía, deficiencias cognitivas, bajo nivel de desarrollo del razonamiento moral, agresividad, conflictos familiares, estilos parentales coercitivos o negligentes, depresión y rechazo materno, malos tratos en la infancia, problemas de rendimiento y conducta en la escuela, relaciones con iguales desviados, exposición a la violencia en televisión, etc. Sin embargo, hoy día existe un gran consenso entre investigadores en otorgar una mayor validez a la hora de explicar el comportamiento antisocial a los modelos explicativos multicausales, en los que factores biológicos, psicológicos, familiares y sociales se combinan para generar el comportamiento antisocial. (Oliva, 2004).

 DESCRIPCIÓN DE VARIABLES

1. VARIABLES INDIVIDUALES
1.1. RASGOS DE PERSONALIDAD
Describimos en este apartado la relación existente entre rasgos de personalidad y conducta antisocial.
Un grupo de estudios ha examinado las relaciones existentes de la conducta antisocial con variables de la personalidad adolescente. Algunos trabajos han encontrado correspondencias positivas de la conducta antisocial con la agresividad (Garaigordobil, Álvarez y Carralero, 2004; Quinsey, Book y Lalumiere, 2001; Rodríguez, López y Andrés-Pueyo, 2002), con prejuicios étnicos (Kiesner, Maass, Cadinu y Vallese, 2003) y con impulsividad (Calvo, González y Martorell, 2001; Rodríguez et al., 2002; Sobral, Romero, Luengo y Marzoa, 2000; Taylor, 2000). López y López (2003) en una investigación con adolescentes de población normal corroboran la presencia de relaciones significativas entre determinados rasgos de personalidad (psicoticismo, impulsividad, falta de autocontrol, despreocupación, atrevimiento) y la conducta antisocial y delictiva. (Garaigordobil 2005)

La postura de Eysenck (1964, 1987), postula que la personalidad puede describirse en base a tres dimensiones básicas configuradas por diversos rasgos de personalidad: - Extraversión cuyos rasgos serían sociabilidad, vitalidad, actividad, dogmatismo, búsqueda de sensaciones, despreocupación, dominancia, urgencia y aventura.
- Neurotismo: ansiedad, sentimientos de culpa, baja autoestima, tensión, irracionalidad, timidez, tristeza, emotividad.
- Psicoticismo: agresividad, frialdad, egocentrismo, impulsividad, baja sociabilidad, baja empatía, creatividad, inconmovilidad.
Estas tres variables se relacionan positivamente con la conducta antisocial, pero hay diferencias en la importancia de estas relaciones. Eysenck (1996) consideró que de las tres dimensiones es el psicoticismo el que más claramente se relaciona con la delincuencia, siendo psicopatía primaria; mientras que la extraversión y el neurotismo, estarían relacionadas con la psicopatía secundaria. Gray (1983), desde un modelo alternativo y crítico al de Eysenck, trata de analizar la relación entre delito y personalidad. Propone dos dimensiones básicas de personalidad: impulsividad y ansiedad, y considera que la delincuencia se relaciona con una sensibilidad alta a las señales de recompensa (dimensión de impulsividad) y también con una sensibilidad relativamente débil a las señales de castigo (dimensión de ansiedad). La relación que establece entre las dos dimensiones de personalidad y la conducta antisocial sería: alta impulsividad y baja ansiedad.

López-Soler y López, en un estudio realizado con adolescentes, refuerzan parcialmente la teoría de Eysenck, pues de las tres variables que para él deberían estar relacionadas con la conducta antisocial y delictiva es el psicoticismo la que parece claramente relacionada, aunque para la conducta antisocial también aparece el neuroticismo.
La impulsividad está muy relacionada, como vemos, con la conducta antisocial. Esta es entendida como un fracaso para planificar, para inhibir respuestas inadecuadas (tendencia a responder con la conducta más fácilmente disponible), dificultad para planificar respuestas, tendencia a interrumpir o interferir frecuentemente a otros, no atender las normas que se les dan e incurrir en actividades potencialmente peligrosas sin considerar sus posibles consecuencias. La impulsividad como rasgo de personalidad, implica una predisposición a responder de forma rápida y espontánea en general, y es considerada un factor temperamental, de fuerte sustrato biológico (Eysenck, 1997; Zukerman, 1983; Cattell, 1972).
El temperamento denomina a los aspectos dominantes de la personalidad que muestran alguna consistencia a través de las situaciones y el tiempo. Las diferencias del temperamento se basan a menudo en características tales como la actividad del niño, respuesta emocional, sus momentos de mal humor y adaptabilidad social.
  
Plomin (1983), distingue a los niños en fáciles y difíciles. Los niños fáciles se caracterizan por su humor positivo, el enfoque de los estímulos nuevos, adaptabilidad al cambio y unas reacciones de baja intensidad a los estímulos nuevos. Los niños difíciles, que presentan patrones contrarios a los anteriores, son propensos a mostrar varios problemas de conducta o a desarrollarlos más tarde. Los niños difíciles son también más propensos a recibir tratamiento por conductas agresivas y rabietas.

1.2. BÚSQUEDA DE SENSACIONES

Zuckerman establece la relación entre la conducta antisocial y la personalidad a partir de la variable búsqueda de sensaciones, ya que esta variable explica disgusto por las actividades rutinarias y gran implicación con experiencias o actividades intensas, impredecibles o de riesgo, que resultan muy gratificantes para el individuo.
Para medir esta variable, este autor creo la escala de Búsqueda de Sensaciones, que en su V versión, se compone de cuatro subescalas: desinhibición, búsqueda de experiencias, susceptibilidad al aburrimiento y búsqueda de aventuras. De todas ellas, las más relacionadas con la conducta antisocial son la desinhibición y la búsqueda de experiencias.
Zuckerman (1978), mostró cómo la búsqueda de sensaciones se relacionaba con el hábito de consumo de alcohol en unas edades determinadas (adolescencia y adultos jóvenes) y que podía ser mediatizada por cambios en las circunstancias socio-culturales.
Un importante número de estudios han encontrado una relación directa entre el rasgo de personalidad búsqueda de estimulación y la conducta antisocial tanto en población reclusa como en estudios con población estudiantil.

Simó, y Pérez (1991) han mostrado cómo algunas formas de conducta antisocial, como robos, hurtos, y peleas, que involucran riesgo, novedad y situaciones complejas, pueden fácilmente satisfacer los estímulos de los individuos que los cometen. Por tanto, no es de extrañar que en algunos estudios se hayan relacionado las altas puntuaciones en búsqueda de sensaciones con haber cometido este tipo de hechos (Arnett, 1996; Horvath, y Zuckerman, 1992; Newcomb, y McGee, 1991; Pérez, y Torrubia, 1985). Sin embargo, otros estudios, han mostrado que no siempre, los buscadores de sensaciones tienen por qué involucrarse en conductas antisociales, dependiendo de influencias temporales, sociales o culturales (Hansen, y Breivik, 2001; Simon et al., 1994).
Un estudio realizado en 2002 por Herrero, Ordóñez, Salas, y Colom con reclusos y adolescentes obtiene como resultados que los adolescentes puntuaron consistentemente más alto en búsqueda de sensaciones e impulsividad. Discrepando con la predicción de Lykken (2000) según la cual los reclusos las supuestas personalidades antisociales) deberían puntuar más alto en impulsividad, ausencia de miedo y búsqueda de sensaciones.
La idea básica es que aquellos que sienten esa necesidad de experiencias y sensaciones variadas, nuevas y complejas, estarán motivados a asumir riesgos físicos, sociales y legales para cubrir su necesidad de estimulación.

1.3. INTELIGENCIA:

Las deficiencias académicas y niveles bajos de funcionamiento intelectual se asocian a los trastornos de conducta. Esta relación se ha demostrado con distintas medidas del rendimiento intelectual y escolar (por ej. pruebas verbales y no verbales, notas, pruebas de rendimiento) y medidas de la conducta antisocial (ej. Autoinforme del niño, informe del maestro, antecedentes delictivos). Las deficiencias académicas y un bajo cociente intelectual predicen a menudo una posterior conducta antisocial.
Se sabe que el funcionamiento intelectual y académico se relaciona con otras variables tales como la clase social y número de miembros de la familia. Incluso cuando se controlan estas variables, los funcionamientos educativo e intelectual sirven como factores de predicción de la conducta antisocial. Aunque las disfunciones académicas son un factor de riesgo para los trastornos de conducta, la relación no es meramente unidireccional. La conducta antisocial predice el posterior fracaso escolar y el nivel de rendimiento académico.
También se ha encontrado que los padres con un bajo rendimiento académico, desarrollaron un mayor uso de prácticas coercitivas con sus hijos, lo que posteriormente estuvo relacionado con la conducta antisocial de sus hijos.

1.4. PERFILES DIFERENCIALES POR GÉNERO Y EDAD

Los datos provenientes de las investigaciones sobre conducta antisocial basados tanto en estadísticas oficiales como en investigaciones con autoinformes y con encuestas de victimización han encontrado que, aunque la adolescencia supone una etapa de alta vulnerabilidad para el desarrollo de conductas antisociales (Herrero et al., 2002), el número de chicas implicadas en este tipo de comportamientos es menor que el de chicos (Alcázar, Bouso, y Gómez Jarabo, 2007; Alcázar et al., 2005; Alcázar, y Gómez-Jarabo, 2004; Walklate, 2004; Junger-Tas, Ribeaud, y Cruyff, 2004; Torrente, 1996, 2002; Torrente, y Merlos, 2000; Garrido, Stangeland, y Redondo, 2001, 2006), y aunque en los últimos años esta tendencia parece estar cambiando, en general, los chicos obtienen las puntuaciones más altas en conducta externalizada y las chicas en internalizada (Bongers, Koot, Van der Ende, y Verhulst, 2003). Las conductas a resaltar entre los varones serían hurtos, absentismo escolar, mentiras o destrucción… mientras que las mujeres muestran más sensibilidad o timidez a la hora de realizarlos (siempre desde un punto de vista general).

En España, las estadísticas oficiales muestran como en el año 2003 el número de menores infractores con edades comprendidas entre los 14 y los 16 años fue de 10.001 varones, frente a 915 mujeres (Torrente, 2006). Para los hombres, los delitos más frecuentes en ese intervalo de edad eran el robo, el robo y hurto de vehículos, las lesiones y el hurto. En el caso de las mujeres los delitos más frecuentes eran prácticamente los mismos, el robo, el hurto y las lesiones (INE, 2004).
La edad es un factor modulador de la delincuencia de primer orden. Muchos delincuentes inician sus carreras delictivas a edades muy tempranas, aunque muchos otros las abandonan con el paso del tiempo. Además, los sujetos más jóvenes delinquen más que los sujetos de mayor edad.
En diversos estudios se ha constatado que los varones inician generalmente su conducta antisocial a la edad de 8 a 10 años; en las chicas, en cambio, la edad de inicio está entre los 14 y los 16 años.

1.5. AUTOESTIMA

La relación entre agresividad, conducta delictiva y autoestima es compleja.
Estudios han señalado correlaciones negativas entre conducta antisocial y autoconcepto-autoestima, observando que niños yadolescentes con alto autoconcepto manifiestan pocas conductas antisociales, que los adolescentes con baja autoestima tienen más conductas amenazantes e intimidatorias hacia otros así como que distintas dimensiones de la autoestima muestran una asociación negativa con la conducta desviada y que bajos niveles en ciertos componentes de la autoestima se revelan de la implicación en actividades delictivas.
Otros estudios que han analizado las características de sujetos agresivos, considerados problemáticos, protagonistas de peleas y habitualmente castigados por ellos, confirman que tienen bajo autoconcepto.

Existen dos modelos teóricos que establecen esta relación entre autoestima y conducta antisocial:
- Teoría de Reckless (1961, 1967) o teoría del control social.
Se admite que a baja autoestima débil control interno (o autocontrol) y, por tanto, un factor de riesgo de cara al desarrollo de actividades desviadas.
- Modelo teórico de Kaplan (1978, 1980, 1984): parte de la idea de que todas las personas realizan conductas que maximicen la experiencia de una autovaloración y autoestima positiva, y que minimicen experiencias personales negativas. A veces, la persona puede vivir situaciones de signo negativo dentro de sus grupos de pertenencia (indiferencia parental, fracaso escolar…) que le llevan a sufrir sentimientos de autodevaloración. En estas situaciones el sujeto tenderá a alejarse de su grupo convencional para paliar esa autoevaluación negativa. Este motivo hace que aumente las posibilidades de que el individuo se asocie con grupos desviados que desarrollan conductas que se encuentran fuera de las normas sociales, con el fin de recuperar la autoestima perdida mediante la aceptación y refuerzo de este nuevo grupo.
Parece claro que la autoestima que se nutre del grupo de iguales es muy importante en la comisión de actos antisociales.

1.6. PERCEPCIÓN SOCIAL

Un factor muy importante en el análisis de la interacción social es la empatía.
Para este término citaremos a Hoffman (1982, 1984, 1991) quien asegura que un niño desarrolla empatía cuando es capaz de sentir el sufrimiento de una persona cuando esta tiene problemas y, a su vez, es capaz de sentir la alegría que el otro experimenta. Es decir, es capaz de sentir tanto las emociones positivas como negativas que experimenta el prójimo.
Así, para él, según el tipo de experiencias que tengamos harán que se desarrolle la empatía ya que es algo innato.
Esta teoría pone de manifiesto que cuando los menores con capaces de responder empáticamente tienen menos riesgo de realizar conductas antisociales. Es decir, cuando se siente el sufrimiento ajeno es más probable que no se haga daño, se inhibe la conducta agresiva.
Del mismo modo, estudios realizados sobre el tema, demuestran que esta variable está muy relacionada por la variable género. Y se confirma que las mujeres son más empáticas que los hombres de su misma edad por la asunción del rol femenino tradicional.
Para Hoffman, se consigue llegar al desarrollo afectivo de la empatía a través de un correcto aprendizaje de las habilidades prosociales, es decir, es necesario que en la socialización del individuo se utilicen técnicas educativas basadas en el razonamiento y en la explicación de las consecuencias que ciertas conductas tienen para los demás, así como el apoyo afectivo de los agentes socializadores.
López y López-Soler, incluyen como variables individuales el autocontrol, Locus de control y la rigidez cognitiva. Yo las considero características de las personas antisociales o disociales, por tanto las expondré en el capítulo 4 y no como variables implicadas o causas de este tipo de comportamiento.

2. VARIABLES FAMILIARES: FACTORES DE LOS PADRES Y FAMILIARES

Si manifestamos la idea de Lykken en este punto, todo lo que ocurre en el ámbito familiar constituye un dispositivo esencial para explicar las diferencias de socialización entre individuos. En este punto trataremos tanto las variables referidas a la estructura familiar como a las variables del funcionamiento familiar.

2.1. INTERACCIÓN ENTRE PADRES E HIJOS

El modo en que los padres interactúan con sus hijos contribuye a este tipo de comportamientos antisociales. Los estudios sobre las prácticas disciplinarias revelan que el comportamiento disocial no es debido solo a un castigo más duro o una disciplina más rígida, sino que este comportamiento aumenta cuando se pone en práctica una disciplina más laxa y relajada, caprichosa e inconsciente por parte de los padres, tanto por un miembro como por los dos. Eso sí, ambas prácticas pueden aparecer simultáneamente en una misma familia, ya que si hay desacuerdo entre los padres, existe un mayor riesgo de delincuencia por parte de los hijos. Es decir, que exista castigo severo por parte del padre y disciplina laxa por parte de la madre, por ejemplo.
Por tanto, una buena relación entre ambos ayuda a un proceso adecuado de socialización y evita que el hijo se involucre en actividades delictivas.

Otro rasgo interesante es como la agresión es enseñada involuntariamente en los hogares por parte de los padres. Ya que se les dota de atención a dichas conductas disociales, se les recompensa de esta manera, mientras que las conductas prosociales y adecuadas son ignoradas y no reciben ningún tipo de atención o gratificación.
La supervisión del niño por parte de los padres es otro de los factores de riesgo importante. Diversos estudios demuestran que los padres de jóvenes delincuentes son menos propensos a controlar a sus hijos, y por tanto estos vagan por las calles y realizan esto tipos de actos. Ya que la figura paternal no manifiesta el cuidado ni el interés por sus hijos. Es decir, la supervisión deficiente y la ausencia de normas que establezca al adolescente dónde puede ir y a qué hora debe volver a casa, empuja al adolescente a vagar por las calles y a participar en actividades delictivas y no supervisadas.

Estalleres, García, Prieto y García (1989) utilizan el término de “pequeños tiranos para referirse a aquellos adolescentes que sus padres son permisivos y tolerantes, y permiten que el joven pueda culminar casi siempre con éxito sus requerimientos. Este hecho hará que las conductas realizadas en el hogar se exterioricen en contextos sociales.
Al mismo tiempo, la actitud de rechazo por parte de los padres, refuerza la agresividad en los niños. Estos niños rechazados se caracterizan por ser inestables emocionalmente, hostiles y son incapaces de establecer relaciones interpersonales validas.
Otro dato importantísimo para explicar las conductas antisociales es el maltrato en los menores, ya que estos serán más agresivos con sus amigos que los niños ausentes de maltrato. Por supuesto y como comentamos en las causas genéticas, la psicopatología (alcoholismo, depresión, trastornos de personalidad…) de los padres influyen de forma directa en la conducta de los hijos.

2.2. CONFLICTOS MATRIMONIALES

Un estudio realizado en 2001 por Juby y Farrington, pone de manifiesto que la delincuencia de los jóvenes es influida por los conflictos familiares y la desintegración de la familia, hecho que ocurre antes del divorcio de los padres. Concluyen que es este conflicto el que empuja a delinquir a los hijos y no la separación en sí misma. (FríasArmenta, López-Escolar y Díaz-Méndez, 2003)
Es más, el acto del divorcio y la separación afectiva de los padres, resulta ser un alivio para los hijos. Ya que estos actos ponen punto y final a un período de de tensión, de discusiones, a menudo de violencia y, cuando hay adulterio por alguna de las partes, finalizan las relaciones malsanas.
La situación de guerra permanente genera angustia en el niño y si tiene que ponerse de parte de uno u otro, le crea un sentimiento de culpabilidad.
No es el divorcio, por tanto, lo que provoca los problemas del niño, sino el grado de equilibrio psicológico e integración social de los padres.

2.3. ORDEN DE NACIMIENTO Y NÚMERO DE MIEMBROS DE LA FAMILIA

Según un estudio realizado por Glueck y Glueck (1968) el orden de nacimiento influye en las actividades delictivas. Según estos estudiosos, ser el hijo mediano o intermediado en una familia tiene más predisposición a realizar conductas antisociales que le primogénito o el menor de la familia. Lo curioso, es que este riesgo se reduce si dicho individuo vive como hermano menor un largo período.
Para dichos autores, en una familia numerosa se eleva el riesgo de delincuencia. Ya que cuanto mayor sea el número de miembros de una familia mayores son las tasas de delincuencia. Esto se relaciona con el orden de nacimiento. Los niños con hermanos mayores son más propensos a los conductas disociales y que cuanto mayor sea la diferencia de edad entre los hermanos, mayor es la probabilidad de delincuencia. Es muy curioso que este riesgo se asocie al número de hermanos y no al de hermanas. Asimismo, si uno de los hermanos es delincuente, aumenta el riesgo de los otros a esta conducta.

2.4. CLASE SOCIAL

Tanto en estudios tradicionales como en la actualidad, se discute sobre la influencia de la clase social en los trastornos de conducta. Existe cierta complejidad a la hora de evaluar el papel de la clase social.
Además, la clase social está en continuo movimiento, y más en estos períodos de crisis, una familia puede cambiar de clase social en el transcurso del desarrollo de su hijo.
Para algunos autores (West, 1982; Mayor y Urra, 1987), existe un predominio de trastornos de conducta y delincuencia en las clases más bajas. Del mismo modo, para Kazdin, la clase social como categoría de conjunto que incluye una serie de factores relacionados sirve como factor de riesgo.

Sin embargo, Odile Dot (1988) asegura lo siguiente: Lo cierto es que los pobres, poco cultivados y poco informados, sin relaciones y sin apoyo, están más expuestos a que se les considere sospechosos de delitos y se les arresten. Será más fácil que se vea acusado de acto de violencia un asocial que alguien bien situado
Es más, traslada este reflejo social a la escuela. Defiende como ante un acto de vandalismo en la escuela, el sospechoso (por muchas razones que haya) no será el hijo del director, ni el niño modelo del funcionario, ni el de un próspero comerciante, sino el etiquetado como gamberro, hijo de un preso y que su madre se dedica a la limpieza por horas o trabajos poco remunerados.

Continua diciendo lo siguiente: …el hijo de una familia bien establecida en la sociedad, conocida por sus bienes y su moral, se beneficia de un prejuicio favorable; además, si ha cometido acto de violencia y lo detienen, cuenta con más probabilidades de reinsertarse en la sociedad. Se considera el acto como una «locura de juventud», fácilmente perdonable.
Es interesante advertir, según pronuncia Odile Dot, que la pobreza material lleva al individuo a perder toda la agresividad y combatividad. Se convierte en un ser apático que acepta la caridad, sin concebir que él mismo puede ayudarse.
En cambio, para otros investigadores, la violencia aumenta con la prosperidad del nivel de vida. Ya que la sociedad da prestigio a aquellos que poseen, que tienen. Por ello, ese desfase entre unos y otros, entre los diferentes niveles de vida, se convierte en fuente de conflicto y de rivalidad, y se genera un clima de violencia, ya que los que están situados en la escala más baja quieren satisfacerse pronto, sin trabajar largo tiempo.
Como vemos, muchos teóricos no se ponen de acuerdo sobre la importancia de la clase social como factor desencadenante de delincuencia.

3. OTROS FACTORES

3.1. FACTORES RELACIONADOS CON LA ESCUELA: CARACTERÍSTICAS DEL ENTORNO O EMPLAZAMIENTO

Parece ser que el ambiente escolar contribuye como factor de riesgo de conductas antisociales. Como sabemos, los colegios se pueden caracterizar por muchos modos, según la proporción que haya de maestros-alumnos, localización, criterios de selección de estudiantes, etc. Por ejemplo, está demostrado, que colegios de primaria con baja proporción de maestros según número de alumnos o con carencias físicas y en malas condiciones, reflejan un mayor número de hechos delictivos. Ya en 1979, Rutter realizó un estudio con doce centros de secundaria con características diferentes. Llegó a la conclusión que los resultados más favorables obtenidos por las escuelas no venían dadas por las características físicas de los centros ni las características de niños y familias de dichas escuelas. Las obtención de estos resultados procedían de características tales como: el tiempo que los maestros dedicaban a las lecciones, el énfasis en lo académico, las buenas condiciones de trabajo (mobiliario en buen estado, limpieza en las aulas), la atención del profesorado a los alumnos, etc.

De esta manera, se deduce que las características del centro contribuyen y/o incrementa el riesgo de conducta social del centro o de una forma más positiva, las características del centro ayuda a fomentar el comportamiento prosocial en los alumnos.
Como vemos, la escuela es aquel lugar en el que se adquieren conocimientos a la vez que se interactúa y se entrenan las relaciones sociales y donde se exponen normas, costumbres y una serie de reglas.
El cumplimiento y la forma de hacer cumplir dichas reglas, influyen el comportamiento del adolescente. Por tanto, un ambiente escolar positivo, refuerza las relaciones del alumnado con sus profesores como con otros alumnos. Por ello, un ambiente escolar negativo puede producir actitudes y conductas antisociales entre los jóvenes. Como bien dice Gaustad (1992), existe más confrontación entre los alumnos en las escuelas en las que existen reglas que no son claras, o reglas arbitrarias e injustas. Del mismo modo, si se ignoran las conductas antisociales de los alumnos y se carece de recursos suficientes para enseñanza, se potencia dichas conductas desviadas.

3.2. MATERNIDAD EN LA ADOLESCENCIA Y COMPLICACIONES PERINATALES

Según estudios realizados por Morash y Rucker (1989) sobre cuatro investigaciones de EEUU e Inglaterra y Baker y Mednick (1984) en Copenhague, llegan a la conclusión de que los niños de de madres jóvenes tendían a ser más agresivos y a tener un bajo rendimiento escolar. Estas madres tienen dificultades en la crianza de sus hijos por la falta de recursos económicos, escasa ayuda del padre y problemas familiares, laborales y sociales. Todo ello dificulta el establecimiento de límites en la conducta infantil.
Como está científicamente comprobado, el consumo de sustancias como el tabaco, alcohol o drogas, durante el embarazo influye negativamente en el menor. Streissguth (1986) mostró que fumar y consumir alcohol excesivamente durante el embarazo es perjudicial para el hijo: bajo peso al nacer, pequeña estatura, bajo rendimiento escolar, mal crecimiento físico posterior, baja inteligencia e hiperactividad.

Las complicaciones perinatales también predicen problemas conductuales y delictivas en el chico, pero como he podido comprobar por los trabajos realizados, en contexto con otros factores:
Para Moffitt (1990), por ejemplo, si unimos los problemas perinatales con chicos hiperactivos, sin duda alguna, esta conexión producirá delincuencia.
También se aprecia conducta delictiva en adolescentes con un padre con trastorno psiquiátrico y habiéndose producido a prioriproblemas en el parto (Kandel y Mednick, 1991)
Y, por supuesto, la unión a las complicaciones perinatales del rechazo parental y la adversidad familiar conllevará a conductas antisociales de inicio temprano (Kandel y Mednick, 1991)

3.3. INFLUENCIA DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Hoy existe evidencia del impacto que estos medios ejercen sobre el comportamiento. Es impepinable ver que la violencia está presente en los medios de comunicación hasta el punto de que la concebimos como algo normal y cotidiano.
Estos medios de comunicación se introducen dentro del desarrollo de la vida del niño y llega a desplazar a los padres y al colegio, situándose como primer agente socializador. Más concretamente, los menores de 2-5años pasan una media de 25 horas semanales frente la TV; los menores de 6-11 años, una media de 22 horas semanales y los adolescentes de 12-17 años, 23 horas.

Según los datos de la Asociación de Telespectadores y Radioyentes, los menores españoles en edad escolar ven la televisión cada semana un promedio de 670 homicidios, 15 secuestros, 848 peleas, 420 tiroteos, 8 suicidios, 20 emisiones eróticas, 30 casos de torturas y 18 casos de horas. (López y López Soler, 2008)
No sólo a través de noticiarios se ven este tipo de imágenes llenas de violencia, sino que ya aparecen en horario infantil en series de televisión policíacas, detestivescas e incluso científicas que estudian huesos, realizan pruebas forenses o analizan la psicología de los asesinos en serie y, por supuesto en dibujos animados, tanto infantiles como para adultos que no dudan en valerse de la violencia y la agresión para conseguir lo que desean de una forma rápida.
Todas estas imágenes y acciones son imitadas por los niños y provocan efectos negativos sobre ellos:
 Además de comportarse con agresividad, aceptan esta actitud como algo normal y cotidiano.
 No se preocupan por las consecuencias de sus actos ni del daño que son capaces de provocar. Estas exposiciones prolongadas de violencia les provoca insensibilidad hacia ella.
 Su percepción del mundo está basada en las luchas y peleas para conseguir lo que quieren de forma rápida.
Para subsistir y no ser ellos la vítima. (Justicia, Benítez, Pichardo, Fernández, García y Fernández, 2006)

La relación que se establece entre violencia y medios de comunicación estará mediatizada por la familia en que se hallen los jóvenes, la educación que estén recibiendo y la cultura en que vivan dichos jóvenes. Estos factores pueden actuar positiva o negativamente sobre esta relación.

Al igual que influye en actos violentos, la exposición a mensajes que invitan a consumir sustancias promueve actitudes favorables al consumo. En la actualidad, la publicidad (más explícita o más encubierta) invierte gran cantidad de recursos en la promoción de hábitos de consumo, especialmente en los jóvenes. El consumo se asocia a imágenes relacionadas con la satisfacción personal, el placer y la popularidad, de forma que los efectos de modelado favorecen el consumo en los adolescentes. (Luengo, Romero, Gómez, Guerra y Lence, 2007)
Asimismo , el uso de los medios de comunicación por sí solo no ejerce un papel predictivo en las conductas antisociales, sino que la influencia de los está mediada por factores pertenecientes a las caracteristicas de los propios participantes. Esto es, junto con el consumo mediático, la edad, rasgos de personalidad —como el nivel de responsabilidad en mayor medida, extraversion y sociabilidad—, valores motivacionales —como la estimulacion, universalismo y poder— y variables situacionales, como la profesion del padre, influyen, a nivel predictor, en la conducta conflictiva e infractora de nuestros adolescentes. (Bringas, Ovejero, Herrero, Rodríguez. 2008)

3.4. RELACIONES CON LOS IGUALES.

Ya comentamos en el Capítulo 1 del presente trabajo como el adolescente vive un período de emancipación y autonomía con respecto a los padres y un acercamiento con el grupo de iguales, compañeros y amigos.
Partiendo de este hecho indiscutible en el desarrollo vital del adolescente, la influencia de los iguales es una variable significativa en la conducta antisocial. Los jóvenes antisociales tienen pocos amigos y los que poseen son también jóvenes delincuentes. (Alcázar Córcoles, 2007)
Ahora bien, ¿los amigos delincuentes viene antes que la violencia o es la violencia la que atrae a ese tipo de amistades? Elliott y Menard (1996) en su estudio, llegan a la conclusión que la violencia genera lazos con los compañeros y, mismo tiempo, los vínculos con los compañeros delincuentes genera más violencia. (Krug, Dahlberg, Mercy, Zwi y Lozano, 2003)

CARACTERÍSTICAS DE LOS ADOLESCENTES ANTISOCIALES

En el curso del desarrollo normal, tanto del niño como del adolescente, aparecen determinadas conductas antisociales. Este tipo de conductas pueden ocurrir con frecuencia y caracterizar a muchos niños de una determinada edad, e incluso, estas conductas pueden darse relacionadas con otras.
Por ejemplo, en un estudio realizado por McFarlane (1954) con niños normales, demuestra que las mentiras de estos niños correlación significativamente con la irritabilidad, demanda de atención y negativismo.
De todos modos, este tipo de comportamientos en niños normales, tienden a decrecer durante el desarrollo. (Kazdin, 1988)

Asimismo, las conductas antisociales que se producen habitualmente y de una forma aislada, no tienen significación clínica no social para la mayoría de los niños.
En cambio, se les proporciona atención clínica cuando estas conductas son externas, por ejemplo cuando los padres no pueden controlar a sus hijos o cuando las conductas de estos pueden ser peligrosas, es entonces cuando los niños son tratados como antisociales, psicópatas o delincuentes.

Para describir a los niños se parte de un vocabulario que incluye:
- Problemas de comportamiento,
- Dificultades emocionales y de conducta,
- Trastornos del comportamiento,
- Trastornos emocionales y de conducta,
- Trastornos de la conducta
- Trastornos por déficit de atención con hiperactividad.
Patterson y cols., (1992) hacen una analogía, bastante sorprendente, del niño problemático o antisocial por medio de la mala hierba, esta crece a partir de una base de padres antisociales, abuelos no cualificados, agentes estresantes, abuso de sustancias por parte de los padres y temperamento del niño y termina en una historia laboral caótica, internación y ruptura matrimonial.

En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM IV-TR) se denomina a estos tipos de trastornos como trastorno disocial y lo define como un patrón de comportamiento persistente y repetitivo en el que se violan los derechos básicos de los otros o importantes normas sociales adecuadas a la edad del sujeto (criterio A DSM IV-TR año 2000).
Los tipos de comportamientos antisociales o de trastorno disocial pueden organizarse en cuatro grandes categorías: comportamientos agresivos, daño a la propiedad privada, fraudes y robos y violaciones de las normas.

SÍNTOMAS CENTRALES DE ADOLESCENTES ANTISOCIALES.

Antes de explicar los diferentes síntomas que poseen los adolescentes con trastornos de conducta, es pertinente aclarar que no es probable que un niño presente la totalidad de los síntomas.
 Los niños con conducta antisocial son más propensos a sufrir deficiencias académicas, sobre todo dificultad lectora. Se caracterizan dentro de la escuela por tener un bajo rendimiento escolar y trastornos de aprendizaje. Según Kazdin, estos niños son considerados por sus maestros como poco interesados en la escuela, poco entusiastas con respecto a los objetivos académicos y descuidados en su trabajo.
 Muchos estudiosos coinciden en que su nivel intelectual y su madurez perceptiva están levemente por debajo de la media de la población. (Sarmiento, Puhl, Oteyza, Bermúdez, Siderakis, 2009)

 Suelen ser muy activos, inquietos, impacientes e incurren en conductas revoltosas.
 Según Kazdin (1988:29) entre los síntomas de estos niños se incluye el exceso de conducta motora, la inquietud, la impulsividad, la falta de atención y la hiperactividad en general. Alardear, alborotar y acusar a los demás.
 Como ya comentamos en el capítulo anterior, con respecto a los factores de riesgo, este tipo de chicos se caracterizan por falta de empatía. No son conscientes con las consecuencias de sus actos ni del daño que provocan.
Muchas veces, los chicos atribuyen intenciones negativas a los hechos de otras personas que no tienen por qué tener esa intención. Por esta concepción que tiene el niño hacia los demás, demuestra una justificación de la violencia y la agresividad. Es decir, actúa con hostilidad, ya que cree que los demás están siendo hostiles con él. (Isla Molina, 2002)
 Relacionado con la empatía, estos adolescentes están exentos de remordimientos, no se sienten culpables de sus actos. Es más, en muchos casos estos chicos culpabilizan a los demás de sus actos. Para no ser delatados se valdrán de la coacción y amenaza para librarse del castigo.
 Conflicto con la autoestima: por el fracaso escolar, ya se le tacha de tonto. También suele ser rechazado en los juegos o trabajos grupales. Por ello es agresivo contra ese mundo hostil que lo rechaza.
 Actúan de manera impulsiva y carecen de autocontrol. Por lo general, tienen poca tolerancia a la frustración.
 Idea de autodestrucción o suicidio. Muchos de estos niños, al ser rechazados por la sociedad, familia y por el deterioro de la calidad de vida, entre otras causas, creen que no hay lugar en el mundo para ellos.
 Se considera que las personas agresivas presentan un perfil cognitivo caracterizado por rigidez cognitiva, orientación a la acción y poca capacidad analítica. No perciben adecuadamente los elementos no evidentes de las personas, tales como, sentimientos o pensamientos, motivos específicos, etc. (López y López Soler, 2008:129). Por todo ello fallan en el pensamiento alternativo y causal (Urra, 1993).
 Tendencia a negar la responsabilidad de sus actos y por explicar su conducta como si dependiera de personas o circunstancias ajenas a ellos, es decir, poseen una orientación externa, o locus de control externo. (Parrot y Strongman, 1986; Díaz y Bagueda, 1989. Extraído de López y López Soler, 2008: 131)
 Déficit en el establecimiento de sus vínculos, el cual se evidencia en síntomas tales como abulia, apatía y desinterés por el otro (Käes, 1991)
 Valera, Álvarez y Sarmiento (1992) caracteriza a estos individuos con los siguientes síntomas: compulsividad a la acción (como característica predominante); intolerancia a la tensión y frustración; visión tergiversada de la realidad; noción del tiempo como presente absoluto; falla en el proceso de simbolización; manejo del mundo como objeto; inmadurez cognitiva; pobreza de juicio; marcada impulsividad; vulnerabilidad yoica y perturbación en los vínculos interpersonales.
Odile Dot, en su obra Agresividad y violencia en el niño y el adolescente, siguiendo a Roger Mucchielle (1981), describe así al delincuente y su psicología (1988:97)

EL DELINCUENTE Y SU PSICOLOGÍA

- No tolera la frustración
- Es agresivo
- Se tiene a sí mismo en alta estima
- Está en conflicto con todo lo que presenta la autoridad
- Está inadaptado a la vida en sociedad
- Rechaza las responsabilidades
- Contrariamente a lo que se cree, tiene sentido de la realidad (para preparar sus golpes necesita tener sangre fría y buen sentido de la organización)
- Su sexualidad no está muy desarrollada
- Es incapaz de sentimiento
- No lamenta sus actos negativos
Descripción del delincuente. Roger Mucchielli, Comment ils deviennent délinquants, ESF, 1981.

Ahora bien, estos síntomas pueden aparecer tanto en chicos como en chicas, lo que sí es cierto es que existen unas variaciones de edad y sexo en los distintos comportamientos (mentiras, robo, agresión, etc.). Por ejemplo, Robins (1966) halló la media de edad de inicio de la delincuencia entre chicas y chicos. La mayoría de los chicos (el 57% de su muestra) inician sus actividades delictivas antes de los 10 años (media de 7 años). En las chicas, por otro lado, el inicio de la conducta antisocial se situaba en el rango de edad de 14 a 16 años (media de 13 años)

CONSECUENCIAS ORIGINADAS POR CONDUCTAS ANTISOCIALES

Muchos de los casos de niños y/o adolescentes antisociales acabarán en manos de la justicia y en centros penitenciarios, llegando a ser inadaptados sociales, siendo institucionalizados en un primer lugar y llegando a ser criminales después. Este es el camino final a la antisocialidad.
Los trastornos por abusos de sustancias es la otra gran vía a la que degenerarán gran cantidad de jóvenes con este tipo de conductas. Muchas adolescentes con este tipo de características, comienzan a mantener relaciones sexuales tempranas, lo que llevará a muchas de ellas a ser madres en la adolescencia, con los problemas que tanto para ellas como para el bebé acarrean. Como se puso de manifiesto en el capítulo anterior. Las adolescentes que deciden quedarse con sus hijos, muy pocas veces pueden darle condiciones dignas o de bienestar y otras llegan a abandonar a sus hijos.
Otro peligro que corren las jóvenes que mantienen relaciones en edad temprana es caer en la prostitución, bien por el hecho de desafiar las reglas o por necesidad, ya que obtienen beneficio económico con estas prácticas.
El abandono escolar es otro de los fines trágicos en que puede devenir la vida del adolescente, ya que constituye el primer paso hacia los valores contraculturales.



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