martes, 19 de octubre de 2010

Factores psicosociales de riesgo asociados a conductas problemáticas en jóvenes infractores y no infractores. 2010. Ana María Sanabria Pontificia Universidad Javeriana, Colombia Ana Fernanda Uribe Rodríguez Universidad Pontificia Bolivariana, Bucaramanga, Colombia.

Resumen
El presente trabajo estudia los factores de riesgo asociados con la conducta antisocial y delictiva en dos grupos de adolescentes. Un grupo está conformado por adolescentes que se encuentran recluidos en dos instituciones privadas para menores infractores, y el grupo control, de adolescentes no infractores, que asisten a una institución educativa pública. La muestra estuvo conformada por 179 adolescentes con edades entre 12 y 18 años. La edad media de la muestra fue de 15 años. Para analizar la información sociodemográfica y las puntuaciones de las pruebas se utilizó el paquete estadístico SPSS versión 15.0. Los resultados muestran que los adolescentes que se encuentran recluidos en dos instituciones para menores infractores presentan una mayor frecuencia de exposición a los factores de riesgo, asociados con la conducta antisocial y delictiva, en comparación con los adolescentes no infractores que asisten a una institución pública, en los niveles exosistema, microsistema y macrosistema. Los dos grupos de adolescentes se encuentran expuestos al maltrato, el consumo y abuso de alcohol en proporciones similares, y constituyen los factores de riesgo que más se asocian a la generación del comportamiento antisocial y el comportamiento delictivo.
Palabras clave: factor de riesgo, conducta antisocial, conducta delictiva, adolescentes, adolescentes infractores.



Introducción
La conducta antisocial y delictiva hace parte de los comportamientos que mayor impacto tienen sobre los seres humanos, en especial, si la conducta es manifestada por adolescentes y menores de edad. Esto obedece a las consecuencias negativas para el joven y para el entorno en el que se desarrolla.
Estas conductas implican costos sociales, familiares, económicos e individuales; hogares destruidos, ambiente diario de impunidad y de terror, altos costos económicos y muchas demandas para la atención de las emergencias que resultan de la delincuencia, los años de vida productiva perdidos, así como las incapacidades y discapacidades prolongadas. Su estudio, desde una perspectiva psicosocial, ha permitido identificar diferentes riesgos que se asocian al origen y mantenimiento del comportamiento antisocial y delictivo. Se identifican como de riesgo factores contextuales, individuales y familiares.
La perspectiva de riesgo psicosocial permite identificar y analizar las características individuales y las características del entorno inmediato o distante en el que se desarrollan los adolescentes, y que pueden aumentar la posibilidad de que manifiesten dificultades en su proceso de desarrollo. Asimismo, “estudia la interacción de variables del entorno, como por ejemplo, la familia, la influencia de los pares, la cultura, la comunidad, la escuela, y variables individuales como características cognitivas y temperamentales que sensibilizan a los jóvenes ante ciertos riesgos” (Trudel & Puentes Neuman, 2000 citados por Hein, Blanco & Mertz, 2004, p. 2).

Factores de riesgo
Los factores de riesgo pueden ser: causales o indicadores, observables o identificables aquellos que se dan antes de la ocurrencia del hecho que predicen. Cuando los factores de riesgo son causales, es posible, mediante la metodología científica, determinar los parámetros de tal relación e identificar el factor o factores que conforman una condición necesaria en una cadena de eventos que conducen al resultado negativo. Cuando son indicadores o asociados, se consideran “señales” que generalmente aparecen ligadas a un fenómeno, pero no son condiciones necesarias para que se produzcan. Sin embargo, la exposición y acumulación de factores de riesgo en un individuo o población incrementa la probabilidad de que se presente el resultado adverso, lo cual permite alcanzar la calificación de “alto riesgo” (Ezpeleta, 2005). La identificación y posterior evaluación de los factores de riesgo implicados en la conducta antisocial y delictiva, es la estrategia que intenta dirigir la investigación hacia el campo práctico de la prevención (Kazdin & Buela-Casal, 1996).
Al hablar de factores de riesgo en las conductas antisociales, se hace referencia a aquellas características individuales o ambientales que aumentan la probabilidad de la aparición o mantenimiento de la conducta (Ezpeleta, 2005). Unas teorías se han centrado en el análisis de los diferentes factores de riesgo desde las diferencias individuales, mientras que otras han prestado mayor atención a variables externas del individuo, identificados también como factores de riesgo. En este sentido, cobra especial importancia la investigación psicológica, que ha de encaminarse hacia una adecuada delimitación de los factores que se asocian al desarrollo y mantenimiento del comportamiento antisocial. Su estudio ha permitido identificar, en muchos casos, perfiles y modelos de riesgo (Frías, López & Díaz, 2003; Justicia, Benítez, Pichardo, Fernández, García & Fernández, 2006), que orientan la focalización de programas y políticas preventivas en la población adolescente.
En la revisión bibliográfica se tienen en cuenta los tres grandes bloques de factores de riesgo que a su vez se subdividen en otros grupos relevantes, como lo son: factores ambientales/contextuales, factores familiares y factores individuales. Dentro del primer grupo aparecen los centros educativos, la elevada delincuencia escolar, el grupo de iguales, el contexto sociocultural y la pobreza. Dentro del segundo grupo se observan la criminalidad de los padres, el maltrato infantil, pautas educativas inadecuadas, la interacción padres e hijos, los conflictos maritales, la criminalidad y la separación de los padres. En el tercer grupo aparecen variables psicológicas como las actitudes y creencias en torno a la ley (Abello, Amar, Botto, Carrillo, Castro & Linares, 2001; Ballesteros & Cortés, 2001; Ballesteros, Cortés & Forero, 2001; Bragado, Bersabé & Carrasco, 1999; Cuevas, 2003; Garaigordobil, 2004; Graña, Andreu, Peña & Fernández, 2001; Herrero, Ordóñez & Aranzazu, 2002; Justicia et al., 2006; Muñoz, 2004; Sorbral, Romero, Luengo & Marzo, 2000; Webster-Stratton & Taylor, 2001). A continuación se presentan diferentes investigaciones que se han enfocado en el estudio de estos tres tipos de factores.

Factores de riesgo ambientales-contextuales
Los centros educativos (privados o públicos) pueden ser origen del comportamiento antisocial del alumnado al que educan. Se señala que un ambiente escolar positivo permite relaciones prosociales entre estudiantes y profesores y entre los estudiantes (Webster-Stratton & Taylor, 2001). La escuela es el lugar donde los jóvenes aprenden, pero también es el escenario en donde se entrenan para las relaciones sociales por medio de la exposición a variadas normas, reglas y costumbres del contexto escolar (Angenent & Man, 1996). Es quizás el contexto más importante y con más influencia para el desarrollo social e individual de los adolescentes; allí se adquieren y se pueden mantener patrones de aprendizaje de diferentes comportamientos, entre ellos conductas antisociales y delictivas (Lotz & Lee, 1999).
La inasistencia escolar es otro factor de riesgo asociado con el desarrollo de la conducta antisocial y delictiva. La inasistencia escolar contribuye a facilitar el paso a la delincuencia debido a que proporciona tiempo y oportunidades adicionales para conductas inadecuadas, como por ejemplo la conducta antisocial (Farrington, 1995). En un estudio sobre la variable inasistencia escolar, Farrington (1989) mostró que aquellos jóvenes entre los 12 y los 14 años con mayor número de inasistencias en la escuela eran más propensos a desarrollar conductas antisociales y delictivas en una etapa adulta, así como a estar recluidos en centros de detención, que los jóvenes con asistencia continua a la escuela.

Adicionalmente, el fracaso escolar se ha mostrado como una variable relevante en la explicación de la conducta antisocial y delictiva juvenil. La autopercepción referente al pobre desempeño académico puede influir directamente en los niveles de autoestima del joven, a su vez, los bajos niveles de autoestima son factores que influyen en el desarrollo de conductas antisociales (Swain, 1991). Farrington (1989) observó que el 20% de los hombres adolescentes de 11 años con un bajo rendimiento académico en la escuela primaria fueron condenados por delitos violentos en una edad adulta, comparados con un 10% del grupo con rendimiento normal. Sin embargo, respecto a la relación entre conducta antisocial y fracaso escolar, no es claro si el riesgo se deriva de las bajas capacidades cognitivas (bajo CI) o del fracaso escolar (Rutter, Giller & Hagell, 2000).
La elevada delincuencia y vandalismo en la escuela también se relacionan con el desarrollo de conductas antisociales y delictivas. Su relevancia está dada por el papel de los compañeros-pares (delincuentes o no) que funcionan como modelos para el aprendizaje de comportamientos, como la conducta antisocial y delictiva o el consumo de determinadas sustancias (Beland, 1996; Farrington, 1989). Al respecto, un estudio señala que los jóvenes delincuentes suelen tener amigos delincuentes, y que éstos influyen en la propia conducta del adolescente, incitando en algunas y modelando en otras (Farrington, 1995).
En resumen, se señala que algunas dinámicas en los centros educativos como la inasistencia, el fracaso y el vandalismo escolar y las agresiones entre compañeros son factores asociados a conductas antisociales y delictivas en los jóvenes (Rutter et al., 2000). Sin embargo, es relevante destacar que las dinámicas e influencias escolares no siempre son negativas y a menudo permiten mejorar aprendizajes, habilidades y respuestas prosociales en los adolescentes (Beland, 1996).
El contexto sociocultural en el que vive un adolescente influye en su comportamiento antisocial y delictivo. Por eso no es extraño observar que las personas con comportamientos delictivos habitan en contextos sociales desfavorecidos, deteriorados, desorganizados, con baja supervisión policial, con ventas de drogas ilegales y alcohol (Abrahán, 1996; Farrington, 1992; OPS, 2002; Taylor, citado en Frías, López & Díaz, 2003). Sin embargo, es relevante la realización de estudios en contextos no deprimidos, de estratos socioeconómicos favorecidos, que permitan la caracterización de la población joven colombiana general.

Factores de riesgo familiares.
Los crímenes por parte de los padres son un factor de riesgo para las conductas antisociales en sus hijos. Farrington (1989; 1992), con una muestra de 201 hombres adolescentes, encontró una relación entre la detención del padre o la madre antes del décimo cumpleaños de sus hijos y el incremento de conductas antisociales y delictivas autoinformadas por parte de éstos. Esta investigación concluyó el factor delincuencia por parte de padres como uno de los más potentes en el aumento del riesgo del comportamiento criminal en los hijos. En el maltrato infantil, Farrington (1992) encontró que los niños expuestos a diferentes tipos de maltratos podrían manifestar conductas problemáticas debido a que no adquirieron controles internos respecto a conductas socialmente desaprobadas. Widon (1994) señala que: (a) el maltrato infantil provoca efectos a corto y largo plazo; (b) puede provocar una insensibilización hacia el dolor que aumente o favorezca las acciones antisociales y delincuenciales en el futuro; (c) puede desarrollar patrones de comportamientos impulsivos o disociativos para enfrentar situaciones problemáticas que pondrán lugar a estilos de solución de problemas inadecuados; (d) daña la autoestima y las habilidades cognitivas; (e) provoca cambios en la estructura familiar y (f) provoca el aislamiento de las víctimas e incrementa la dificultad de ésta para estar en contextos interpersonales (p. 139-140). (Citado por Justicia et ál., 2006). La exposición a violencia en la familia, favorece su manifestación en otros contextos como el escolar, en consecuencia dificultades en la interacción con otros.

Por otro lado, se encuentran como factores asociados a la conducta antisocial y delictiva las pautas educativas inadecuadas y los padres coercitivos y manipulativos con sus hijos. Las falsas expectativas de los padres sobre la conducta esperada de los hijos, la vigilancia y supervisión inadecuada, el castigo aplicado en forma inconsistente y la disciplina excesiva, severa e inconsistente representan pautas inadecuadas de crianza, que están asociadas al abuso de sustancias psicoactivas y la delincuencia adolescente y adulta (Patterson, 1982; Patterson, DeBaryshe & Ramsey, 1989). Su importancia radica en que el comportamiento supervisado o no en casa, puede ser exportado y generalizado a otros contextos donde el joven interactúa. Si el niño/joven aprende respuestas hacia la autoridad, como los padres, mediante la agresión y la manipulación posiblemente tendrá dificultades para interactuar con figuras de autoridad en otros contextos como la escuela, la policía, el barrio, etc.; de esta manera, se formará un repertorio conductual y social de oposición, de enfrentamiento frente a figuras de autoridad, que pueden favorecer la aparición de la conducta antisocial y delictiva (Patterson, DeBaryshe & Ramsey, 1989).
La interacción pobre entre padres-hijos y los conflictos maritales son considerados como factores de riesgo familiares para la conducta antisocial y delictiva (Armenta, Corral, López, Díaz & Peña, 2001; McCord, 1996; 2001). Se ha planteado que si en una familia la relación es cálida y afectuosa la probabilidad de aparición de la conducta problemática disminuye (Armenta et al., 2001). El fuerte apego familiar ha sido considerado como un factor que protegería potencialmente a los hijos contra el desarrollo del comportamiento delictivo; sin embargo, no es conocido cómo ejerce su efecto protector este factor (Catalano & Hawkins, 1997). Por su lado, la exposición de los niños/jóvenes a episodios violentos en su familia, específicamente entre padre y madre podrían presentar conductas violentas en una edad adulta (Farrington, 1989; Rutter & Giller, 1983; Wells & Rankin, 1991). En consenso, las investigaciones realizadas concluyen que la violencia observada en los padres es tan perjudicial para los menores como el recibir la violencia directamente.

Factores de riesgo individuales
Diferentes investigaciones han encontrado factores relacionadas con mediadores biológicos, anormalidades neurofisiológicas, diferencias biológicas y evolutivas como asociados a la conducta antisocial y delictiva (Olweus, 1980; Robins, 1981; Raine, Lenz, Bihrle, LaCasse & Colletti, 2000; Rutter, Tizard & Whitmore, 1970; Serrano 1983). Sin embargo, para efectos del presente estudio se tiene en cuenta el factor psicológico, específicamente las creencias y actitudes de los adolescentes en torno a la ley. Las actitudes sociales favorables a la conducta antisocial y delictiva constituyen uno de los factores señalados como antecedentes de la delincuencia juvenil. Loeber, Keenan y Zhang (1997) y Loeber y Hay (1997), en una revisión de literatura, observaron la relación entre las actitudes favorables a la violencia, agresiones menores y crímenes violentos en adolescentes y preadolescentes, encontrando que las actitudes favorables a la violencia precedían a la conducta delictiva de los menores. Determinados patrones de repuesta como la deshonestidad, las actitudes y creencias antisociales, actitudes favorables a la violencia y hostilidad contra la policía han sido relacionadas con la violencia futura en hombres jóvenes. Por el contrario, las normas y creencias personales podrían servir de control interno para no ejercer conductas contra la ley. Algunos estudios han mostrado que niños y jóvenes agresivos con problemas de conducta, presentan actitudes y creencias distorsionadas, por ejemplo, presentan un déficit en la atribución de sus comportamientos (atribuyen y culpan a otros de sus propias conductas), así como un déficit en la solución de problemas (Elliot, 1994; Farrington, 1989; 1992).
Los datos sobre los factores de riesgo asociados a la manifestación de la conducta antisocial y delictiva que la investigación ha identificado permiten concluir que este comportamiento es un fenómeno complejo, multicausal, en cuya génesis y mantenimiento participan múltiples y diferentes variables que por sí mismas no explican de manera certera el comportamiento antisocial y de lictivo. Es por ello que el estudio de los factores de riesgo pretende reconocer que la exposición a uno o diferentes factores de riesgo psicosocial, familiar, contextual, individual contribuyen de distinta manera a la manifestación de la conducta antisocial y delictiva.
Esta investigación busca abordar la realidad particular de dos grupos de adolescentes, reconociendo los elementos específicos que conforman su entorno social y psicológico inmediato en función de hechos concretos autoinformados que permiten vincular, por ejemplo, las situaciones familiares, escolares, contextuales e individuales con la manifestación de conductas antisociales y delictivas.Para su estudio, se parte de la perspectiva ecológica desarrollada por Bronfenbrenner (1987; 1994), para la comprensión del desarrollo del comportamiento humano.

Perspectiva ecológica para el desarrollo del comportamiento
Como se mencionó anteriormente, son diferentes las explicaciones que asocian la interacción de diversos factores de riesgo individual y contextual en la generación y desarrollo de la conducta antisocial y la conducta delictiva. Para efectos de esta investigación se asumirá el modelo ecológico planteado por Bronfenbrenner (1987; 1994), así como los factores de riesgo trazados con anterioridad. Bronfenbrenner (1987; 1994) propone una perspectiva ecológica del desarrollo de la conducta humana. Desde esta perspectiva, el desarrollo es concebido como un fenómeno de continuidad y cambio de las características biopsicológicas, tanto de los individuos como de los grupos. El modelo incluye la experiencia, que implica no sólo las propiedades objetivas, sino también las que son subjetivamente experimentadas por las personas que viven en un determinado ambiente. El modelo propone los niveles denominados microsistema, exosistema, macrosistema y mesosistema.
El microsistema es el nivel más inmediato en el que se desarrolla el ser humano, comprende la familia, y las dinámicas que al interior de ella suceden; el exosistema lo comprenden contextos más próximos al sistema familiar, incluye instancias como la escuela, la iglesia, las instituciones recreativas y los organismos de control social; el mesosistema comprende las interrelaciones de dos o más entornos en los que se encuentra inmersa la persona; y el macrosistema, conformado por la cultura, las creencias y actitudes de cada persona y los individuos de su sociedad. Estos niveles dependen uno del otro y, por tanto, se requiere de una participación conjunta de los diferentes contextos y de una comunicación entre ellos.

Método Diseño
Esta investigación es de tipo ex post facto sobre los factores de riesgo que son asociados a la conducta delictiva. El diseño de la investigación es retrospectivo, se comienza por el estudio de la variable dependiente, teniendo en cuenta que ésta es la característica que poseen los sujetos antes de comenzar el experimento (Montero & León, 2002).

Participantes
Se aplicó un cuestionario a 179 adolescentes. Un grupo de ellos se encuentra recluido en dos instituciones privadas para menores infractores, y otro grupo es de adolescentes no infractores que asisten a una institución educativa pública. Se observa que 59,8% corresponde a adolescentes que asisten a un centro educativo público y el 40,2% a adolescentes que se encuentran recluidos en dos instituciones de formación privadas para menores infractores. Los adolescentes presentaron una edad media de 15.0 años, con una desviación típica de 1,8. El 56,4% son hombres y el 43,6% son mujeres.
La muestra fue seleccionada aleatoriamente en las instituciones. Los dos centros para menores infractores fueron seleccionados de manera conveniente, teniendo en cuenta que en Cali sólo existen dos de estas instituciones, una para hombres y otra para mujeres. La muestra de dicha institución fue seleccionada al azar entre el total de adolescentes infractores. La institución educativa fue seleccionada al azar entre un grupo de instituciones públicas teniendo en cuenta la prevalencia de las conductas antisociales y delictivas en sus estudiantes.

Instrumentos
Se aplicó una batería de pruebas consistentes en escalas construidas previamente y en escalas ad-hoc. El Cuestionario de Variables Demográficas, elaborado para este estudio y constituido por cinco ítems (Sanabria & Uribe, 2007) indaga sobre aspectos demográficos como edad, sexo, nivel de escolaridad, nivel socioeconómico y composición familiar. La Escala de Tácticas de Conflicto de Straus (1990), que contiene diez ítems relacionados con el maltrato. Mide la frecuencia de la violencia física y emocional por parte del padre y de la madre, con las opciones de respuesta: nunca, algunas veces y siempre. El Inventario de Diagnóstico de Alcohol para Padres (Reich & Herjanic, 1989). De este inventario se tomaron cuatro ítems que miden la frecuencia y la cantidad de alcohol que el padre y la madre ingieren cada semana. Se utilizó la Escala Ambiente del barrio, De Frías, López y Díaz (2003), que contiene once ítems que miden la percepción de los adolescentes del barrio en donde viven. Se califica la frecuencia con la que ocurren diferentes situaciones en el barrio, usando para ello las opciones nunca, un poco, bastante y demasiado.
La Escala de Ambiente escolar, cuyos ítems miden la percepción que tienen los sujetos de su ambiente escolar, expresada en las frecuencias nada, un poco, bastante, demasiado. La Escala Creencias y actitudes, que mide las actitudes y creencias acerca de la ley y la justicia, la impunidad y la venganza por mano propia, con las opciones de respuesta: de acuerdo y en desacuerdo.
La Escala de Conducta escolar, que mide por medio de ocho ítems los resultados escolares, la inasistencia, la deserción y adaptación escolar. Adicionalmente, para medir las relaciones familiares se elaboró una escala ad-hoc (Sanabria & Uribe, 2007). Los ítems miden la percepción que tienen los adolescentes respecto a la toma de decisiones familiares, la instauración y cumplimiento de normas, el tipo de relación en la familia (cálida, fría e indiferente), las relaciones entre padres y hermanos y las relaciones y el conflicto entre los padres.

Procedimiento
Previamente se obtuvieron las autorizaciones legales para el ingreso y aplicación en las dos instituciones privadas para menores infractores, y las autorizaciones para la institución educativa, así como los consentimientos informados de los padres de este grupo de adolescentes. Los adolescentes fueron informados previamente sobre la confidencialidad y anonimato de la información que se obtuviera. Además, se les informó que su participación era totalmente voluntaria y que podrían dejar de contestar el cuestionario en cualquier momento. Los adolescentes contestaron el cuestionario en el aula de clase. Dos psicólogas estuvieron aclarando dudas y dando las instrucciones dentro de las aulas.

Resultados
Para la presentación de los resultados de las variables, se realiza un análisis estadístico descriptivo de los factores de riesgo asociados a la conducta antisocial y delictiva que se tuvieron en cuenta en este estudio. Los datos se agrupan teniendo en cuenta el modelo ecológico: el exosistema, el microsistema y el macrosistema (Bronfenbrenner, 1987, 1994). En el factor exosistema, se encuentran el ambiente del barrio en donde vive el adolescente, el ambiente de la escuela, la conducta escolar problemática y las relaciones con amigos. En el factor microsistema se incluyen el abuso y castigo físico infantil materno y paterno, la violencia paterna, el abuso de alcohol por parte de la madre, las relaciones familiares y la criminalidad de los padres.
En el factor macrosistema se encuentran las actitudes y creencias del adolescente hacia la ley.
Para efectos de esta presentación, se tienen en cuenta las variables de mayor frecuencia.
Factores de riesgo del exosistema Los resultados de las frecuencias de las variables medidas, el ambiente del barrio en donde vive el adolescente y el ambiente de la escuela , y la conducta escolar problemática y las relaciones con amigos. La frecuencia de los datos muestra la exposición del adolescente a los factores de riesgo del exosistema. Respecto a la Escala Ambiente del barrio, los adolescentes infractores son quienes mayor frecuencia de exposición tuvieron en comparación con los adolescentes no infractores, siendo las peleas del barrio (36,2%), la venta de drogas (35%), y mucha gente en la calle del barrio (33,8%) las variables que más se presentan en esta Escala.
En la Escala Relaciones con amigos, los adolescentes infractores son quienes mayor frecuencia de exposición tuvieron, en comparación con los adolescentes no infractores. El haber pertenecido a pandillas (47,8%) y permanecer actualmente en ella (31,3%), son las variables que se presentan con mayor frecuencia en esta Escala Factores de riesgo del microsistema Los resultados de las frecuencias de las variables medidas, el maltrato físico, verbal y psicológico de ambos padres, las relaciones familiares, las relaciones entre los padres y el consumo de alcohol por parte de madre y padre  La frecuencia de los datos muestra la exposición del adolescente a los factores de riesgo del microsistema.
En la Escala Maltrato de madre y padre, los adolescentes infractores (58,8%) y los adolescentes no infractores (51,9%), presentaron similitud en la frecuencia de exposición a gritos recibidos por parte de la madre. Mientras que sólo los adolescentes infractores tuvieron una mayor frecuencia de exposición a los gritos del padre (52,2%), en comparación con los adolescentes no infractores .
Respecto a la Escala Relaciones familiares, los adolescentes infractores (80,3%), y los adolescentes no infractores (76,8%) pertenecen a familias en las que las decisiones y las reglas las establece principalmente la madre. En esta misma Escala, los adolescentes infractores son quienes mayor frecuencia de exposición tuvieron en comparación con los adolescentes no infractores. Los infractores perciben que por lo regular las relaciones en su familia son cálidas (48,2%), pero indiferentes (38,9%); hay pleitos constantes entre los hermanos del adolescente y éste (42,9%); hay peleas entre padres, en las que se gritan e insultan (57,7%); llegan a la violencia física (36,5%), y amenazan con dejarse o divorciarse (36,5%); discuten se tranquilizan y hablan con calma (70,4%). En la Escala Consumo de alcohol por parte de madre y padre, adolescentes infractores y adolescentes no infractores, presentan una similitud en la frecuencia de exposición al consumo de alcohol. Siendo la madre de adolescentes infractores (22,7%) quien con mayor frecuencia presenta el consumo de alcohol, entre uno y dos días a la semana ; y, el padre quien mayor frecuencia presenta en la cantidad de consumo de alcohol, tomando entre dos y cuatro bebidas alcohólicas en cada ocasión (27,7%) 
La escala Criminalidad de los padres. Se observa que en ambos grupos hay un porcentaje considerable y similar de detención en sus familias. El 50% de los adolescentes que asisten a una institución educativa pública reportaron que sus familiares alguna vez habían sido detenidos; en contraste con el 59.1% de adolescentes infractores, que reportaron la misma condición en sus familiares.
Los adolescentes no infractores de una institución educativa pública reportaron a diferentes familiares que alguna vez cometieron un delito. Siendo los tíos (as) (27,1%), padre (20,3%) y madre (20,3%), los familiares que más manifestaron este comportamiento. En contraste, los adolescentes infractores de instituciones privadas reportaron que son los primos (25,9%), la madre (20,4%) y el padre (18,5%) los detenidos alguna vez .


Resultados de los factores de riesgo del macrosistema.
Los resultados de las frecuencias de las variables medidas acerca de las actitudes y creencias de los adolescentes hacia la ley . La frecuencia de los datos muestra la exposición del adolescente al factor de riesgo propio del macrosistema.
En la Escala Actitudes y creencias, los adolescentes infractores presentaron mayor frecuencia en diferentes variables en comparación con los adolescentes no infractores. Las actitudes y creencias más frecuentes en ello son: obtener las cosas que quieren, como sea (64%); hacer lo que les causa placer, aquí y ahora (64,8 %); no dedicar suficiente esfuerzo para prepararse para el futuro (63%); tomar riesgos sólo por placer (60,6%); y probarse a sí mismos haciendo cosas arriesgadas (69%). En esta misma escala, los adolescentes no infractores presentaron mayor frecuencia, en comparación con los adolescentes infractores, en no sentirse culpables cuando no siguen las reglas (46,1%), y en la creencia de que la gente que viola las leyes no será atrapada (47,6%).


Discusión
El análisis de los datos permite identificar qué factores de riesgo individuales, contextuales, escolares y familiares, agrupados, a su vez, en los niveles del modelo ecológico en el que se desarrollan los adolescentes se pueden asociar con la generación del comportamiento antisocial y delictivo.
Desde el modelo ecológico, los factores contemplados podrían determinar la conducta antisocial y delictiva en los dos grupos de jóvenes estudiados.
Lo cual queda demostrado en la frecuente exposición a diferentes factores de riesgo observados en los adolescentes que asisten a las dos instituciones para menores infractores, y la emisión de conductas específicamente delictivas que han presentado; y que cada vez aumentan según los estudios realizados por Uribe Rodríguez (2005) y Sanabria & Uribe (2007) y los reportes de la Policía Nacional de Colombia.
Por el contrario, los adolescentes no infractores son los que presentan menos frecuencia en la exposición al riesgo. Sin embargo, aunque reportan una menor exposición y una menor detención por conductas delictivas, es en estos grupos en los que se deberían enfocar los programas de prevención para la conducta antisocial y delictiva, antes de que la conducta se manifieste o, si ya se ha manifestado en menor frecuencia, se podrían efectuar intervenciones de prevención que disminuyan las oportunidades de cometer y reincidir en conductas antisociales y delictivas (Blanco & Morán, 1999).
Concretamente, factores de riesgo que conforman el exosistema en donde se desarrolla el adolescente, como el ambiente desorganizado del barrio, las ventas de drogas y alcohol, y las grandes cantidades de personas en la calle, son las variables ambientales que más han reportado los adolescentes, específicamente los que asisten a instituciones para menores infractores; asimismo, las relaciones problemáticas, pues casi la mitad de los adolescentes infractores ha pertenecido a una pandilla y un menor porcentaje actualmente pertenece a ellas. Estos factores a los que son expuestos los adolescentes infractores podrían interactuar con el desarrollo del joven y determinar el comportamiento antisocial y delictivo, ya que como lo sugiere la teoría, no es extraño observar que las personas que manifiestan este comportamiento pertenezcan a contextos deprimidos, desfavorecidos, desorganizados, con altos índices de desempleo y baja supervisión policial, condiciones que pueden propiciar un ambiente de descuido favorecedor de la violencia, e influir en el desarrollo del comportamiento del adolescente (Abrahán, 1996; Farrington, 1992; OPS, 2002; Taylor, citado en Frías, López & Díaz, 2003). De manera individual, el haber tenido alguna vez malos resultados escolares, las suspensiones y faltas en la escuela, el cambio escolar, la dificultad para obedecer órdenes y tener discusiones algunas veces con compañeros no es un indicador de que se genere la conducta antisocial y delictiva; Sin embargo, la acumulación de estos factores de riesgo en un adolescente pueden interactuar y aumentar la probabilidad de que se presente el comportamiento antisocial y delictivo (Ezpeleta, 2005).
Por ejemplo, si los adolescentes perciben como pobre su desempeño académico, y además presentan inasistencia escolar, esto podría proporcionar oportunidades en el tiempo libre directamente para la conducta antisocial y para su ingreso a grupos de pandillas escolares en los que el niño socializa con pares que tienen comportamientos problemáticos, y estos pueden influir de manera intensa en el comportamiento del adolescente incitando a algunas conductas antisociales y delictivas y modelando otras. Y sí, debido a comportamientos antisociales el niño se percibe a sí mismo con un buen desempeño dentro de grupos de pandillas en la escuela, esta conducta se reforzará positivamente, e incrementará, lo que afectará el desarrollo adecuado del adolescente (Dishion, Andrews & Crosby, 1995; Farrington, 1995; Swain, 1991).
De esta manera, los adolescentes tendrán una mayor propensión a la delincuencia, ante su imposibilidad de alcanzar legalmente sus metas y objetivos. Adicionalmente, “los jóvenes con amigos delincuentes y que han pertenecido a grupos de pandillas tenderán a desarrollar y a justificar actitudes antisociales” (Farrington, 1992, p. 78). Estos datos también coinciden con la investigación realizada por Abrahán (1996), quien encontró que los barrios juegan un papel importante en la asimilación de los grupos a las instituciones sociales y que los menores que viven en barrios violentos y se relacionan con amigos delincuentes, manifiestan más conducta antisocial y delictiva. Es probable que las condiciones de pobreza no sean las causas directas de la conducta antisocial y delictiva, sino la carencia de oportunidades en un espacio en el que no se puedan satisfacer las necesidades sociales requeridas para el desarrollo de un adolescente; sumado a esto, la importancia e influencia que tienen las relaciones sociales en los adolescentes, ya que en esta etapa se encuentran muy influenciados por los vínculos que desarrollan con diferentes grupos sociales, que determinarán su futuro comportamiento (Dishion, Andrews & Crosby, 1995).






Con respecto a los factores de riesgo que conforman el microsistema, se observa que los dos grupos de adolescentes de la investigación han sido expuestos de manera similar a éstos. Específicamente, se observa el maltrato verbal, realizado principalmente por parte de la madre, la observación de actos de violencia en las relaciones entre padres quienes se gritan e insultan, llegan a la violencia física y amenazan con dejarse o divorciarse, pero luego discuten, se tranquilizan y hablan con calma. Además, han tenido y presenciado peleas constantes entre ellos y sus hermanos; perciben a sus familias como cálidas, pero indiferentes; el consumo y abuso de alcohol por parte de la madre; y familiares que alguna vez fueron detenidos por cualquier delito.
Como lo propone McCord (1996; 2001), la importancia de la interacción de estas variables familiares radica en que aumentará la probabilidad de que se desarrolle la antisocialidad y la delincuencia en los hijos debido a: (1) la exposición y observación del conflicto e indiferencia familiar, (2) el hecho de haber sido maltratado, principalmente por la madre, (3) la criminalidad observada en los padres. Esto, como dice la teoría, implica la transmisión de valores a través de las acciones violentas de los padres; la falta de vínculo afectivo con y entre los miembros de la familia por la indiferencia; y la legitimidad de las acciones antisociales
por medio del modelamiento de conductas antisociales y delictivas de padres que fueron detenidos alguna vez por cometer algún delito; el maltrato físico y psicológico en el que los padres modelan y refuerzan, de forma inconsistente, el comportamiento coercitivo exhibido por sus hijos, en tanto que aprenden que el comportamiento agresivo les permite conseguir lo que quieren.
La importancia de estas variables también radica en que el comportamiento aprendido en casa puede ser llevado y generalizado a otros contextos donde el niño interactúa, como el colegio y otros entornos sociales en los que se forma el repertorio conductual y social del niño frente a pares y profesores. Los adolescentes aprenden a responder a la autoridad mediante la agresión y la manipulación y tendrá dificultades para interactuar con figuras de autoridad en la escuela. De esta manera, su estilo se orientará hacia un estilo de enfrentamiento, de oposición que será potencialmente violento y agresivo, manifestándose en conductas antisociales y delictivas.
En este sentido, los hijos han aprendido de sus padres lo que puede ser valorado dentro del ambiente familiar, sea esto bueno o malo para el resto de la sociedad, y es posible que, por ejemplo, los adolescentes de los grupos estudiados y que han sido maltratados tendrán la probabilidad de presentar conductas antisociales y delictivas al no haber adquirido controles internos sobre comportamientos desaprobados socialmente (Armenta et al., 2001; Farrington, 1989; Farrington, 1992; Rutter & Giller, 1983; Wells & Rankin, 1991).
En relación con los factores de riesgo del macrosistema, se observan diferencias en la frecuencia de creencias y actitudes relacionadas con la ley, entre adolescentes infractores y adolescentes no infractores. En los primeros, las actitudes y creencias más frecuentes son el pretender obtener las cosas que quieren como sea, hacer lo que les causa placer aquí y ahora, no dedicar suficiente esfuerzo para prepararse para el futuro, tomar riesgos sólo por placer, y probarse a sí mismos haciendo cosas arriesgadas. Por su parte, los adolescentes no infractores presentaron mayor frecuencia en comparación con los primeros, en no sentirse culpables cuando no siguen las reglas y en la creencia de que la gente que viola las leyes no será atrapada. Tener en cuenta las creencias y las actitudes de los adolescentes en torno a la ley es relevante, ya que como lo señalan Loeber y Hay (1997), las actitudes sociales favorables a la agresión, violencia y delincuencia constituyen uno de los factores antecedentes de la delincuencia juvenil. Datos que coinciden con la revisión de la literatura realizada por Loeber & Hay (1997), en la cual examinó la relación entre actitudes favorables a la violencia, agresiones menores y crímenes violentos en adolescentes y preadolescentes, datos que permiten identificar que las actitudes favorables a la violencia propicien la conducta delictiva de los menores.

El modelo ecológico del desarrollo representa un marco teórico para el estudio de los factores de riesgo asociados a la conducta antisocial y delictiva, debido a que comprende los entornos en los que se desenvuelven los adolescentes. La exposición a estos escenarios, tal como lo platea Bronfenbrenner (1987, 1992), pudiera contribuir al desarrollo de la conducta antisocial y delictiva, así como a la conducta prosocial, si estos escenarios son positivos. Sin embargo, un ambiente familiar adverso, un vecindario conflictivo, con venta de drogas, peleas callejeras, una escuela con adolescentes antisociales, y una cultura de no respeto a las leyes, además de la impunidad, pudieran generar conducta antisocial y delictiva en los menores.
Se concluye que los adolescentes que pertenecen a dos instituciones privadas para menores infractores presentan una mayor frecuencia de exposición a factores de riesgo, familiares, escolares, contextuales e individuales, en comparación con los adolescentes no infractores que asisten a una institución pública. La mayor exposición a diversos factores de riesgo, observados en los adolescentes infractores, posiblemente dificulta el cumplimiento de un adecuado desarrollo del comportamiento en este grupo, y está contribuyendo al desarrollo de la conducta antisocial y delictiva.
Sin embargo, en los dos grupos de adolescentes, infractores y no infractores, los factores maltrato, el consumo y abuso de alcohol, son factores a los que se encuentran expuestos en proporciones similares. Factores que son tenidos en cuenta en la teoría como los más asociados a la generación de comportamiento antisocial y comportamiento delictivo. Aunque los adolescentes no infractores presentan un menor número de factores de riesgo comparados con los adolescentes infractores, es fundamental iniciar programas orientados a la prevención del comportamiento antisocial y delictivo, teniendo en cuenta el carácter evolutivo de esta conducta.

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